Básicamente Josh Trank se metió a Hollywood y al público en el bolsillo cuando estrenó su primera película, Chronicle (Josh Trank, 2012). Era un joven que traía ideas frescas a la industria (jóvenes superhéroes que vivían como jóvenes). De ahí saltó a las superproducciones dirigiendo una nueva versión para MARVEL de Cuatro fantásticos (2015). La cinta tuvo muy malas críticas y su recaudación fue muy floja. Tampoco ayudó que el propio Trank cargase contra Fox por “censurar” su versión de la cinta, que tuvo que modificarse meses antes del estreno ya que los productores la consideraban demasiado violenta. Con éstas, perjuró que si volvía a dirigir sería con un control prácticamente absoluto sobre su obra.
Y cinco años después se pone al frente de este relato sobre uno de los mafiosos más famosos de la historia. Trank se encarga de la dirección, del guión y del montaje. El resultado es bastante flojo, y denota una absoluta pérdida de rumbo por parte de el propio director. Es una película confusa, que no tiene un rumbo definido y hasta su protagonista no destaca, que ya es raro.
Hay en Capone principalmente dos elementos que son los causantes del caos como película que parece. Y curiosamente en ambos elementos está el propio Josh Trank. El primero es el guión. La película podría haber supuesto una innovadora visión del mundo de los gángsters, hablando sobre sus últimos días, sobre cómo afrontan su lugar en la sociedad… a tenor de lo leído, Scorsese parece haber acertado con El irlandés (Martin Scorsese, 2019), pero en el caso de Capone, la película se ladea hacia varios hilos narrativos sin concluirlos y además termina siendo repetitiva en ciertos momentos.

El guión quiere abarcar tanto que le es imposible detenerse en detalles que realmente podrían resultar interesantes. Se lía, mete personajes que pueden confundir al espectador; hay una buena intención de crear una especie de doble juego para que pensemos que Capone se ha creado una doble realidad, pero no termina por estar bien explicado… el guión tiene buenas ideas, pero su culminación es muy caótica.
Por otro lado, el montaje no ayuda mucho. Trank monta su primer largometraje de manera atropellada. Básicamente se ha dedicado a elaborar pequeñas secuencias (“set pieces”) e intenta darlas cierta coherencia narrativa utilizando al propio Capone como nexo de unión. No es mala idea, pero si ya tenemos unas escenas/secuencias que no están precisamente bien elaboradas a nivel de guión, resulta complejo construir un relato con un hilo argumental que sea fácil contar.
Ni siquiera la actuación de Hardy logra salvar esta película. El actor está correcto, pero para nada es un papel que destaquemos en su trayectoria. Y empieza a ser preocupante que sus dos últimos trabajos, ésta y Venom (Ruben Fleischer, 2018), sean un auténtico despropósito para un actor que se come sus personajes y los absorbe.
Es una película confusa, que podría haber sido una obra interesante. Es redundante en ciertos aspectos, saca tramas que luego no parecen importar y que podrían haber dado mucho juego. Hace un retrato de Capone casi caricaturesco, con aspectos algo innecesarios (y escatológicos). Le falta muchísima miga a una cinta de este tipo para que sea considerada una obra notable sobre el personaje.
Una película que habla sobre los fantasmas del pasado, sobre cómo afrontar todo lo que uno ha hecho, que habla sobre cómo asumir que estas llegando al fin… merece una visión algo más intelectual y no una como ésta. Quizá si se hubiera centrado en una o dos historias, la cosa habría sido menos mala. Al menos podemos decir que a nivel de producción, está bastante bien.
Resulta curioso que una cinta como esta, de un director con cierta carrera en Hollywood y protagonizada por una estrella como Tom Hardy, no haya entrado en el circuito de salas. Seguramente la crisis del COVID no haya ayudado, al igual que las malas críticas que ha recibido por muchos medios.
Ha tardado en llegar a España, pero Filmin es la única plataforma que la tiene en su catálogo hasta la fecha.