No hay duda de que la década de los noventa nos dejó grandísimas propuestas dentro del cine de acción, un cine sencillo, con historias prácticamente clónicas y con la innegable capacidad de entretener en cualquier momento del día. Si hubiera que mencionar dos grandes nombres de la acción de los noventa en cuanto a producciones se refiere, uno sería Jerry Bruckheimer y el otro Joel Silver.
Situándonos a mediados de los noventa, Silver venía de producir títulos tan taquilleros como Arma letal (Richard Donner, 1987), Depredador (John McTiernan, 1987), Jungla de cristal (1988) o El último Boy Scout (Tony Scott, 1991). No hay muchas dudas sobre que Caza legal (Andrew Sipes, 1995) fue el primer gran fracaso para el propio Silver. Un proyecto que pasó por las manos de Stallone, Keanu Reeves o Julianne Moore (curioso que ese mismo año se estrena Asesinos (Richard Donner, 1995) con el propio Stallone y Moore como protagonistas y el mismo Silver como productor), que incluso protagonizó juicios por plagio y que llevó a la top-model Cindy Crawford, a debutar en el cine. Es la única película que protagonizó.
Varios son los factores que nos llevan a pensar que Caza legal fue una película poco afortunada o, más bien, mala. Se puede considerar un placer culpable para muchos, simplemente por el mero hecho de recrearnos la vista con Crawford, pero lo que está claro es que lo plano de sus personajes y lo sumamente simple de su trama no la convierten ni siquiera en una cinta demasiado entretenida. Su ritmo no cansa, eso está claro, pero tampoco no incita a estar muy pendientes de ella, casi que la vemos un poco por inercia.
El debutante Charlie Fletcher se encarga de escribir el guion sobre la novela de Paul Gosling, publicada en 1984 bajo otro título. A pesar de poner buenas intenciones, la inexperiencia de Fletcher queda patente ya no sólo en los diálogos de la película, sino en general, en su historia. Una mezcla pretenciosa y de dudosa lógica que une terroristas rusos, hombres maltratadores y fraudes a bancos, un loquísimo y bizarro cóctel indigesto que no trajo nada bueno.
A esto hemos de añadirle la dirección de Andrew Sipes (nunca más volvió a dirigir un largometraje). Sipes había sido guionista de televisión, de series como The Equalizer (1986) o Spenser, detective privado (1988) y le ocurrió lo mismo que a Fletcher, la inexperiencia de manejar una cinta de acción le lleva a una realización absolutamente plana y estándar. No hay nada interesante en su trabajo al respecto de esta película, las cosas como son. Desligado desde hace muchos años de la industria del cine, Sipes fundó varias empresas de actividades absolutamente diferentes al cine (viajes o servicios de asesoramiento para e-commerce).
Caza legal es cine de consumo ultra rápido, interpretaciones simples, y con el único atractivo de ver a una supermodelo interpretar a un personaje “florero”, porque todo sea dicho, a día de hoy, la película queda bastante desfasada y rancia. Sí, ha envejecido muy mal. Pero volvemos a lo mismo, como acceso a un pseudo entretenimiento temporal, no hay duda de que es totalmente válida.
