Sexta película del realizador germano Edward Berger (Wolfsburgo, 1970) tras el gran reconocimiento que tuvo su anterior cinta, el drama bélico para Netflix, Sin novedad en el frente (2022), que se hizo incluso con 4 Oscar, entre ellos el de mejor película extranjera. Berger vuelve a tomar inspiración en otra novela para su nueva producción, en este caso la del escritor británico Robert Harris, Cónclave, publicada en el 2016.
Rodada con un pulso narrativo en donde cada escena se toma su tiempo, la delicadeza con la que Cónclave se va desarrollando es uno de los puntos más interesantes que tiene. Berger no sólo se molesta en desarrollar bien la trama, sino en ponernos pequeños detalles a modo de pinceladas acerca de un proceso tan hermético como el que relata la película.
Con una cuidada puesta en escena y un diseño de producción notable (sin olvidar una maravillosa dirección de fotografía y un interesante uso de la luz), la película deambula principalmente entre los barcos. Por un lado, el de drama existencial acerca de la fe y la credibilidad tanto de la iglesia como organismo, como de sus componentes. Y, por otro lado, tenemos el elemento del thriller que la novela posee y que aquí hace que la historia vaya avanzando.

Si nos quedamos con el primero de ellos, Cónclave podría bien ser un drama sobre la duda, sobre la fe y también una película que nos abre las puertas de la ambición eclesiástica. Personajes que ocultan su pasado y otros que ven como sus deseos por ser elegidos, se ven truncados por acontecimientos que habían guardado en su memoria. Para todos ellos, el personaje protagonista, un siempre magistral Ralph Fiennes, es su filtro, parece el encargado de desgranar cada pasado de quienes aspiran a ser ídolos.
Fiennes realiza una labor encomiable como cardenal decidido a demostrar que alguien que representa una institución tan importante, debe ser alguien con un pasado intachable, inmaculado y de una integridad nunca vista. Pero desgraciadamente el mundo está prácticamente vacío de ese tipo de personas (como se dedica a recordárselo el personaje de Bellini, otro maravilloso Stanley Tucci), todos tenemos un pasado y eso siempre irá con nosotros en la vida.

Cónclave no se posiciona demasiado, aunque en su último tramo se vuelve algo más crítica con la iglesia y hace mención a algunos aspectos negativos que siempre la acompañarán. En el fondo, toda la historia podría ser una crítica hacia un sistema de elección en el que, realmente, tampoco se explica muy bien los motivos por los que cada uno de los cardenales eligen su nombre, por lo que el hermetismo sigue ahí.
Película que, quizá con una media hora menos podría haber subido un punto, y con un final que dará que hablar, e incluso será vigente durante unos años.
Sobre el elenco de secundarios, poco podemos decir, puesto que prácticamente la cinta gira en torno a los personajes de Fiennes y Tucci. Por ahí pasa Isabella Rossellini, con una aparición de poco menos de diez minutos, y John Lithgow en un papel importante pero tampoco desarrollado demasiado. Y es que en Cónclave, los secundarios tampoco tienen mucho tiempo de desarrollo.
Una película muy interesante de ver y que gracias a un buen libreto consigue que, poco a poco, mantengamos el interés en lo que se nos cuenta, con una equilibrada mezcla de drama y thriller.