Si juntamos en una coctelera a los guionistas de Underwater (William Eubank, 2020) y al de la cinta de aventuras Dora y la Ciudad Perdida (James Bobin, 2019), podría salir una cinta de suspense para niños. Bueno, al menos también podríamos tener una historia que, sin ser muy infantil, si se aproxima más a ese género de acción muy ligera que va más orientado a niños algo más mayores.
Los productores de la saga Noche en el museo han visto el filón y De amor y monstruos (Michael Matthews, 2020) en un ejemplo de esa fórmula que, sin abandonar cierta madurez argumental, se adapta más a una generación de adolescentes que todavía no conocen ni Harry Potter, ni los cómics de Marvel. Ese nicho es, precisamente al que va dirigido esta simpática comedia de aventuras.
Llama especialmente la atención la mezcla de géneros en De amor y monstruos. Bien tiene cierto toque de comedia (¿romántica?) y el toque de cinta de aventuras. Posiblemente el título que más se le aproxime (repito, aproxime) sea la saga de Ruben Fleischer, Zombieland. Mientras aquellas eran cintas con bastante más mala baba, también jugaban con elementos que aquí se utilizan como reclamos cómicos. Son películas muy diferentes, pero es interesante utilizarla como comparativa para hablar un poco del estilo que tiene De amor y monstruos.
Narrada con un ritmo que no decae, la cinta no se hace especialmente aburrida, aunque tampoco es demasiado trepidante (un aspecto bastante mejorable), llama la atención los detalles que tiene, ya no solo en cuestión a los efectos digitales (que están muy bien), sino a construir un protagonista que no parezca idiota y que, realmente, haga creíbles sus acciones.
En este sentido y gracias al rostro de Dylan O’Brian (protagonista de la saga El corredor del laberinto) cuando la película avanza, podemos contar con un protagonista con el que es fácil encariñarse, ya no por su propósito, sino también por lo fácil que resulta verse uno mismo en él. No tenemos a un héroe que todo lo sabe, ni a un super hombre capaz de cualquier cosa. Si así fuera, el punto cómico de De amor y monstruos se perdería y, posiblemente, sería una cinta más del montón. Se agradece que, de vez en cuando y en este tipo de películas, aparezcan personajes con cierta veracidad. En este caso no hay héroe a la vista, es el propio protagonista quien tiene que descubrir al héroe que lleva dentro.
Es pues esa doble mezcla lo que la confiere su toque simpático. Y es que es una cinta bastante entretenida, con un protagonista competente (también aparece Michael Rooker) y con un nivel técnico bastante bueno (ojo al diseño de las criaturas, muy chulos).
De amor y monstruos, sin tratar de inventar algo, trata de reciclar la comedia de aventuras que nos acerca a aquellas cintas de los ochenta de Disney (por aquel entonces Touchstone), donde la simpatía de sus personajes y la aventura de su historia, convertían en productos de mero entretenimiento, películas que, hoy en día, quizá pasarían desapercibidas. Pero esta película revitaliza los elementos y los moderniza.
Cinta recomendable (quizá olvidable en algunas partes) pero que entretiene lo suficiente como para que sus casi dos horas, se nos pasen volando. Hay elementos que no tienen demasiado protagonismo y que, sin su presencia, seguramente no harían cambiar mucho a la historia.
Muy posiblemente por los efectos del COVID la película se fue retrasando y finalmente Netflix ha optado por adquirir los derechos de estreno. En un principio, Paramount iba a estrenarla en cines, pero viendo el panorama optó por hacer lo mismo que con El rey de Zamunda.
La exclusiva de su estreno la tiene Netflix, por lo que sólo se puede ver a través de su plataforma, aunque tiempo después se editó en formato físico.
