En medio de su salida y entrada de MARVEL por la polémica de unos tuits publicados hace años, James Gunn ha tenido tiempo de rodar también para DC. Trabajar para ambos ‘emporios’ del cómic es algo de lo que unos pocos pueden presumir (Ben Affleck, Ryan Reynolds o Tommy Lee Jones son algunos ejemplos), pero Gunn es un tipo que sabe manejar bastante bien la combinación entre papel y celuloide, algo que le ha dado bastantes alegrías.
Si hay tres cosas que James Gunn ha demostrado que maneja muy bien son: los personajes, el ritmo y la acción. Gunn es capaz de convertir prácticamente todo lo que toca, en una fiesta de sangre, tiros, delirios y personajes absolutamente pasados de vuelta. Con mejor o peor medida lo demostró en sus dos entregas de Guardianes de la galaxia (veremos si lo supera o se mantiene con la tercera que está de camino). Aquí, se muestra mucho más desatado, en un cóctel menos restrictivo, si se quiere decir así, (Warner, en este caso con Zack Snyder, no es tan mirada como Disney) y con altas dosis de locura. Que no nos extrañen las comparaciones entre los tipos de Starlord y esta película, ambas tienen cosas en común.
Ya sabemos que no es la primera vez que el cine se aproxima a este grupo de tarados, desechos de la sociedad, pero, en el fondo, única esperanza para salvar el mundo. David Ayer ya lo hizo con Escuadrón suicida (2016) de resultado muy diferentes a ésta y que, además, no contó con todo el beneplácito esperado de los fans, algo que ya sabemos, es importante en este tipo de adaptaciones para que la película sea rentable, o al menos haga una taquilla suficiente.
Los personajes que contiene El escuadrón suicida, sin duda tienen bastante más carisma que los que vimos en la cinta del 2016. La elección, en esta ocasión, del reparto resulta muy interesante mezclando diversos rostros conocidos y no tan conocidos (algunos incluso repiten de la cinta de Ayer), lo que le otorga además la oportunidad de explorar nuevos intérpretes en roles algo complejos (no tanto a nivel de personajes, sino a nivel de interacción).
Gunn ha dado algo más de peso a sus miedos, fobias, pasado, dramas personales… sin olvidar el humor, ese humor tan cafre, cazurro, bestia e incluso desagradable cuando se trata de escenas de muertes, desmembramientos, disparos o peleas. Prácticamente no hay concesiones en El escuadrón suicida. En ocasiones roza el tono de de serie B, lo que le da un punto interesante.
Otro de los elementos que Gunn sabe manejar muy bien es el ritmo. La película resulta muy entretenida y prácticamente no da tregua. Y esto nos lleva a otro elemento que el director sabe manejar bien, y es la acción.
A pesar del abuso del CGI, incluso cuando quizá no sería necesario, este conglomerado de personajes totalmente pasados de vueltas quizá peque de no tener una historia lo suficientemente buena como para lucir más cosas. Y es que Gunn parece haber dejado todo a merced de ellos, y que sean los que marquen la película y no al contrario, como suele ser lo habitual. Así, con todos sus logros, la película a veces resulta demasiado autocomplaciente, y Gunn se ha tomado la molestia de que esa sensación sea la que tengamos durante más tiempo.
No es un cine para todos, está claro. O entras en su juego o te quedas con el culo torcido, pero lo que es verdad es que la cinta no da respiro. Un reparto con buenos nombres, villanos descafeinados (aquí vuelven a cometer el mismo error de siempre… pero Disney también), una batería de escenas sangrientas (a cargo del nuevo ‘Groot’ de Gunn como es King Shark)… es disfrutable, no hay duda, pero lastra unas cuantas cosas que no la hacen tan buena como quiere parecer.
