Primer largometraje para el vasco Galder Gaztelu-Urrutia, realizador que viene del mundo del cortometraje (aunque estudió gestión empresarial) y cuya opera prima es toda una bofetada en la cara al cine social, casi siempre asociado con mostrar barrios pobres, injusticias… Aquí, el director bilbaíno se la juega y se marca una cinta de ciencia ficción con toques de thriller y terror.
La película El hoyo se construye en base a dos pilares interesantes. Por un lado su protagonista. Ivan Massagué, actor muy asociado a la televisión (7 vidas, La familia mata, El barco o Gym Tony) y que nos muestra un registro muy contenido. Protagonista indiscutible de esta función, Massagué da vida a un hombre que ha ingresado voluntariamente en este lúgubre y tétrico lugar. Allí sufre una trasformación (no total) sobre sus principios. Y es que deja claramente patente que en momentos de supervivencia, éstos pueden desaparecer. Es un personaje muy complejo, misterioso, pero a la vez con el que es fácil identificarse, porque quizá sea de todos, el más próximo al espectador más común de los mortales. Un personaje que decide que quiere cambiar el sistema, aunque eso no sepa hacia dónde le va a llevar.
Por otro lado tenemos la “intrahistoria” que hay tras El hoyo. Un mensaje manido, el de la lucha de clases, el de los ricos por encima de los pobres, sí, quizá es una tara que para muchos ensombrece gran parte del ejercicio. Es verdad que su director quizá se aleja más de la clásica lucha ricos y pobres y se centra en los mas desfavorecidos, dejando claro que no hay clases a la hora de despedazarse por una triste sobra de comida.
El hoyo cuenta además con un buen reparto, ya no sólo por Massagué, que está muy bien, sino por los secundarios que le acompañan. Desde un magnífico Zorion Eguileor, cuyo personaje es una verdadera delicia y que podría haber caído en el psicópata de cuchillo facilón; Antonia San Juan, Emilio Buale y hasta aquellos que tienen poco tiempo en pantalla, como el mítico Mario Pardo.
Pero donde más destaca El hoyo es en su nivel técnico. Desde una mugrienta fotografía de Jon Díez, en donde juega con las gamas de los grises y rojos; pasando por una espectacular dirección artística o unos efectos especiales realmente buenos. No hay prácticamente pegas que ponerle a El hoyo en este sentido.
En general es una película buena, muy bien hecha e interpretada, pero que tiene un mensaje un poco sobado. Aún así, y sin desmerecer el resto de su metraje, es una cinta que merece mucho la pena ver. Eso sí, siempre y cuando no seas demasiado aprensivo. Gaztelu no ha reparado en violencia, sangre y vísceras.