Viendo Boyhood (Momentos de una vida) es fácil echar la vista atrás y observar ya no sólo en qué nos hemos “convertido”, sino qué cosas de nuestra vida nos han conformado como personas y, sobre todo, quienes han marcado nuestra personalidad. Evidentemente la figura de los padres siempre estará presente en esos pensamientos.
El ejercicio de haber rodado Boyhood (Momentos de una vida) en 12 años, no debería ser quizá una condición indispensable para encumbrar a esta película. Aunque mucho me temo que sí (la misma película con actores caracterizados, ¿sería igual?). Linklater, se ha valido, no ya sólo de ésto, sino de un guión que refleja perfectamente la cotidianidad, la niñez y el paso a la adolescencia, de cualquiera de nosotros. Quizá no sea precisamente una idea demasiado innovadora. Y es que la película, sin su mayor aliciente de factura, bien podría haber pasado casi de puntillas.
Pero la vida de Mason es enormemente intensa. Marcada por la figura de su madre, una luchadora que bien encarna Patricia Arquette, aunque no nos llega a tocar la fibra, se la echa en falta mucha más intensidad (que está sacando adelante dos hijos); y sobre todo por la figura de su padre, aquí si vemos un buen Ethan Hawke como ese padre que sienta la cabeza con los años y que siempre está al lado de sus hijos, aunque no viva con su madre. Hawke quizá sí merece un buen puñado de halagos por su papel.
La particularidad de que Ellar Coltrane (casualmente nacido en Austin, Texas, ciudad donde se desarrolla parte de la acción de la película) haya crecido durante el rodaje, le da a la película un realismo indiscutible (al igual que todos los actores que aparecen), pero el mérito no debería ser únicamente ese. Coltrane ejecuta un papel bastante cómodo, sin apenas sorprendernos.
Boyhood (Momentos de una vida) es una cinta agradable de ver, no se hace pesada ni larga y se ve prácticamente por si sola. Linklater engancha bien al espectador poniendo diversos motivos para que los personajes traten de buscar soluciones, para que la cinta avance, y realmente lo consigue. El ritmo de Boyhood (Momentos de una vida) no resulta lento, parece haberse medido bastante.
Cuando la historia indaga en la figura paterna, uno ve cómo avanza nuestra vida junto a ella. Mason realmente siempre ha tenido un único padre. Por muchos que pasen junto a su madre (el profesor de universidad o el joven soldado), Mason sabe perfectamente a quién tiene que escuchar y a quien le debe lo que es.
La figura de su madre, también está presente siempre en la vida de Mason. Ella es quien le va guiando poco a poco, quien le establece los baremos de lo que está bien o lo que está mal. Consciente de los errores que ha cometido en su vida (de hecho hasta ironiza con ello), es un personaje querido, es como ese secundario que está ahí detrás, pero que sin quererlo podría llegar a ser un buen protagonista.
Todos somos lo que nos ha rodeado en nuestra vida. Hemos sido testigos de descubrimientos (el primer amor, la primera cerveza…), de tristezas (tener que mudarnos y dejar a nuestros amigos), de nuevas etapas (nuevos colegios, la universidad…), al fin y al cabo, Linklater ha sido listo y aunque la historia no sea un portento de originalidad, hay que reconocerle que ha sabido sacar la esencia de ese maravilloso viaje.