Los juegos del hambre: En llamas, sigue la estela de su anterior entrega, pero con bastante más dignidad, con mejores formas y con una cara mucho más amena.
Aunque repitiendo algunas fórmulas, no es necesario ver mucho más allá para darse cuenta de que Los juegos del hambre: En llamas consigue superar a su primera película. Y lo hace con bastante estilo y con bastantes buenas cualidades. La incorporación de Francis Lawrence en la dirección, deja claro que las carencias de Gary Ross fueron un lastre para una cinta demasiado fácil de ver, algo que Lawrence ha querido cambiar.
Con Los juegos del hambre (Gary Ross, 2012) confluyeron dos factores que transmitían cierta indiferencia a la película, algo nada favorable, a pesar de sus buenos resultados en taquilla (más bien apoyados por los/las seguidores de los libros de Collins). Uno de ellos era su presupuesto, un tanto escaso para una producción de su calibre y, sobre todo, para una cinta en donde debía verse un buen despliegue de éstos, o al menos, un despliegue a la altura. Lionsgate y los productores, a pesar de que se mostraron cautos en la primera película, han decidido duplicar el presupuesto en ésta, algo que queda patente ya no sólo en el aspecto de efectos, sino en muchos más.
Otro de los pequeños “peros” que tenía era su dirección. Gary Ross no era precisamente un director con experiencia en superproducciones. Si seguimos su trayectoria, podemos contar sus éxitos con los dedos de una mano. Su dirección tan conservadora y apenas arriesgada, dotaba a la película de cierto tedio y monotonía, lo que provocaba una desconexión e indiferencia para el público. El relevo tomado por Francis Lawrence (con una filmografía no mucho más larga que la de Ross), le da a la película un ritmo mucho más equilibrado y, por consiguiente, digno de ella.
Así las cosas, dinero y dirección, han aportado a estos Los juegos del hambre: En llamas, las características que tenía que haber tenido la primera película para arrasar allá donde fuere (sin necesidad de sus lectores). Esta nueva cinta es mucho más interesante, más ágil, y sobre todo mucho más entretenida. Pasan más cosas, hay más profundidad en los personajes y su final abierto (tranquilos, no es spoiler) incita a querer ver otra película más.
Sobre la evolución de los personajes, si que es cierto que la mano del británico Simon Beaufoy (ganador de un Oscar por su trabajo en Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008)) se nota bastante. Hay más profundidad en Katniss, tiene más dudas, es más humana. Lo mismo sucede con el resto de personajes, donde podemos ver una muy buena evolución. Hasta conseguimos simpatizar con alguno de ellos.
Está claro el camino a seguir, y quien sabe si las dos entregas que quedan (recordemos que Sinsajo, el tercer libro, se dividirá en dos títulos, con eso de sacar más dinero) apostarán por algo más de dureza que ésta, porque no olvidemos que no se trata de cintas infantiles o incluso juveniles. En lo más profundo de Los juegos del hambre: En llamas, vive una pequeña señal de revolución, una señal de revelarse contra lo establecido contra la injusticia, contra la opresión, un mensaje que, aunque facilón, resulta bastante contemporáneo.