Resulta cuanto menos curioso que Scott regrese a una temática como es la de los duelos, cuando se cumplen 44 años de su debut cinematográfico, aquella adaptación de la novela de Joseph Conrad Los duelistas, con la que comparte muy pocos elementos con su nueva película, El último duelo. El más reconocido, la similitud en el título.
Y es que, a sus 84 años, el realizador británico regresa al medievo, una época en la que se ha sentido cómodo las veces que la ha pisado (El reino de los cielos (2005) y Robin Hood (2010)). Como ya es marca habitual, la dirección artística y la ambientación, son de diez, lo que le da al conjunto de la película, un empaque de superproducción a la vez que genera mucha verosimilitud en la historia.
El último duelo nos cuenta la historia de, precisamente eso, el último duelo que se realizó en la edad media, concretamente por las acusaciones de adulterio. Una cruel historia retratada en tres puntos de vista de los que no resultan demasiado interesantes todos ellos. Sobre todo, el último, el que hace referencia a la víctima (una magnifica Jodie Comer), es el que sin duda, aporta más a la historia, dándonos una dura visión sobre el papel de la mujer en una época en donde, prácticamente, se las utilizaba para procrear y poco más.
Podríamos tachar a El último duelo como una cinta oportunista, una película que exprime los nuevos cánones del mal llamado ‘nuevo feminismo’, pero lo cierto es que no es así. Son valores universales, de sobra conocidos y que, a pesar de estar más presentes hoy en día en debates sociales, resultan un buen refresco a nivel histórico y ético para todos.
Y es que El último duelo combina elementos altamente inflamables que le permiten abordar varios aspectos en una sola historia. Ya no sólo el rol de la mujer en aquella época, sino también la fe religiosa (toda la escena del juicio no tiene desperdicio alguno), el heteropatriarcado, la maternidad (el deseo de la protagonista por ser madre), el silencio (esas mujeres que fueron violadas y callaron)… temas que, si bien a día de hoy no suponen nada nuevo, siempre resultan bastante interesantes de analizar, aunque sea de forma atemporal.
Scott no arriesga, en ese sentido la cinta es bastante “estándar” a nivel de realización, no hay demasiadas proezas y como viene siendo habitual en su cine, prácticamente no hay concesiones a nivel de violencia. Si algo no se le puede negar al británico es su capacidad para retratar el realismo siempre desde los límites a los que se le permite. Hay sangre, se respira frío en cada plano, hay batallas (pocas, eso sí), incluso genera interés por los personajes. No es una película perfecta, pero merece la pena verla.
A nivel interpretativo, destacar a la propia Comer como eje principal de la historia, en un papel magnífico, que la exige y que da la talla. No podemos decir lo mismo de, por ejemplo, Ben Affleck, cuyo rol a pesar de tener cierto peso e importancia dentro de la historia no aporta demasiado como actor. Tanto Damon como Driver están bastante bien, pero no destacan en exceso, quizá Damon un poco por encima, pero sus interpretaciones no resultan sobresalientes.
Una historia que consigue que nos interesemos por los personajes, por cómo son, que suframos con ellos y que empaticemos con ellos.
El último duelo es una película a la que le cuesta arrancar (al menos hasta los primeros cuarenta minutos), puede resultar algo repetitiva por su esquema narrativo (recordemos que narra unos hechos desde tres puntos de vista, es lógico que algunas escenas se repitan), pero en el fondo cuenta una historia sobre una mujer que, sabiendo la época en la que vivía, sabiendo lo que valía para el hombre y sabiendo lo que significaba ser mujer por aquel entonces, supo decir “hasta aquí” y arriesgar su propia vida por contar la verdad.