Hace un año vimos la partida de Bilbo Bolsón hacia el reino olvidado de Erebor. Ahora su viaje continúa, y la aventura y la épica se abren paso en El Hobbit: La desolación de Smaug.
Si algo tiene éxito o si algo funciona ¿por qué cambiarlo? Es un planteamiento que suele coincidir con muchas de las mentes pensantes de Hollywood. Para esta segunda entrega de la novela de El Hobbit (con el subtítulo La desolación de Smaug), Peter Jackson parece haber recuperado la misma fórmula que le funcionó igualmente con otra segunda entrega, en este caso El Señor de los Anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002). Y es que ambas cintas comparten una estructura y un ritmo algo similar.
Pero alejándonos de la trilogía estrenada hace ya unos años, esta El Hobbit: La desolación de Smaug, vuelve a dejar claro la buena mano de Jackson para mantenernos atentos, para mantener la aventura, para llenar la pantalla de elementos sutiles que hacen de su cine, uno de los más disfrutables del momento, cosa bastante poco habitual. Tanto él como todo el enorme ejército que rodea una producción de estas características, resultan bastante encomiables.
Esta nueva entrega de aventuras, pone más énfasis en la historia que subyace detrás de todo El Hobbit, recuperar el reino de los enanos. Y es precisamente a través de su principal protagonista (no, no es Bilbo, sino Thorin “Escudo de roble”) donde se canalizan prácticamente todas las escenas de acción, sin quitarle por supuesto, el protagonismo del personaje de un Martin Freeman más anecdótico que en El Hobbit: Un viaje inesperado (Peter Jackson, 2012). Ese paso de una “historia a otra” es quizá lo que marca más diferencia con respecto a la primera película.
Una vez más, el mensaje vuelve a ser el mismo, y tamizado por una serie de “set pieces” de un ritmo muy bien orquestado (me vienen a la mente las espectaculares secuencias del descenso en el río con los barriles o el enfrentamiento con Smaug). Todo ello alternado con algunos momentos de calma.
Si El Hobbit: Un viaje inesperado nos proponía una bella presentación, en esta segunda película, las expectativas que muchos habían puesto en una de aventuras épica, se ven absolutamente colmadas. La aventura vuelve a hacerse un hueco en una cartelera navideña llena de cintas dispares y cine infantil.
Como sucedía con la anterior entrega y como sucederá con El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos, la fidelidad con respecto a la obra original de Tolkien es bastante escasa, a pesar de que la esencia de la novela sigue ahí. Jackson se ha sacado de la manga multitud de escenas, algunos personajes… sí, es cierto, pero en su conjunto y a pesar de que la cinta no sea una fiel adaptación (100%, se entiende), es una película entretenida y, esto si, más marcada por su origen que otra cosa.
El Hobbit: La desolación de Smaug nos regala momentos mágicos, nos devuelve un cine de aventuras mágico, apto para los que disfrutan con esas historias.