Resulta curioso el trio de nombres que ha construido la última película de Disney, Encanto. Curioso porque está compuesto por nombres un tanto dispares. Por un lado tenemos al guionista de Zootrópolis (Byron Howard, Jared Bush y Rich Moore, 2016) o Vaiana (Ron Clements, John Musker y Don Hall, 2016); por otro lado al director de Enredados (Nathan Greno y Byron Howard, 2010) y Bolt (Byron Howard y Chris Williams, 2008); y cierra el trío la guionista Charise Castro Smith, productora de series como El exorcista (2016) o La maldición de Hill House (2018), además de la verdadera ideadora de la historia que hay tras la película. Sin embargo, esta mezcla ha construido una película que, sin aportar demasiada novedad, se ve fresca y sobre todo tremendamente entretenida.
Si hay un elemento común en Encanto, sin duda es la figura de la familia como elemento de unión en todo momento. Es una idea muy clásica de Disney, quizá por eso su sencillez (a priori) es lo que la haya permitido conectar tan rápido con el público. Y es que Encanto no es una cinta demasiado compleja, es más su historia es bastante sencilla, algo que comparte, por ejemplo, con Vaiana (2016).
Pero no por ello, la película es simple, por que no lo es. Es una historia sobre la necesidad de pertenencia, sobre la idea de la familia, sobre lo mucho que necesitamos formar parte de algo. A pesar de que es una idea que siempre ha sobrevolado por Disney, de ahí que la película no aporte demasiado, resulta igualmente entretenida.
Para contarnos ésto, se toma como fondo de la historia la cultura de lo místico, la cultura ancestral, la cultura «de las generaciones» (aquí también especial importancia), y más concretamente la cultura colombiana. A través de una serie de escenas espectaculares a nivel visual y con una animación que ya roza los límites de la perfección, Encanto entremezcla una historia dramática con algunos números musicales (obra de Lin-Manuel Miranda, su nuevo Alan Menken, aunque ni punto de comparación) muy bien armonizados y con interesantes números de baile (bien podríamos hablar de un musical). En este aspecto vuelve a compartir con Vaiana (2016) un tipo de música que, aun guardando ciertos aspectos de los clásicos musicales Disney, ha sabido muy bien adaptarse a los tiempos más actuales.
A nivel visual, no se le pueden poner pegas a Encanto. Todo es esplendor, luz, color, explosión de fiesta en muchas ocasiones. Pero cuando hay que ponerse serio, Encanto lo consigue, con algunos puntos dramáticos (incluida su resolución) aunque sin llegar a emocionar o conmover, porque la historia tampoco es que sea demasiado conmovedora.
No faltan el humor, los detalles, sus conexiones con la cultura (en este caso Colombia)… todo ello aderezado con un ritmo que no para. Personajes estereotipados (tampoco sorprende), y una protagonista (de nuevo hay que remitirse a Vaiana (2016)) luchadora, tenaz y con personalidad.
Encanto es una película sumamente entretenida, vistosa, que nos habla desde dentro, que nos llama a saber más, que nos muestra interés. Una película sobre los miedos, sobre el pasado y sobre lo necesario que resulta la familia para afrontar cualquier cosa. ¿Un mensaje caduco? Yo creo que no.