Salido de la factoría televisiva de Vaya semanita, el director y guionista vasco Borja Cobeaga, dirige la que es su cuarto largometraje y su segunda incursión en un tema tan delicado como el conflicto vasco. Su anterior acercamiento fue con Negociador (2014), escrita igualmente por él mismo y que también contaba con la presencia del siempre agradable Ramón Barea.
Si alguien se pregunta cómo es posible mezclar un tema tan candente con un guión cómico (sin pasarse, eso también es verdad), la respuesta la tiene el mismo director, que ha apostado muy fuerte por un planteamiento tan insólito como interesante, siempre sin olvidar lo que está contando y a quien se lo está contando. En este aspecto, Cobeaga se muestra, como ya hizo en Negociador, muy respetuoso, pero le quita hierro al asunto en numerosas ocasiones (marca de la casa).
La película es bastante entretenida, y su fresco guión lleno de frases graciosas pero que en el fondo llevan una pequeña carga ácida detrás, que leyéndolas con más detenimiento o digiriéndolas posteriormente, uno es capaz de sacar muchísima información.
Y es que tanto Cobeaga como Diego San José, el tándem del éxito de Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) y secuela, han construido una historia que, aunque no sea especialmente profunda, sí que ahonda en la personalidad de cada personaje, dándonos pinceladas para que el propio espectador sea quien simpatice con unos y con otros.La película contiene muchos detalles y pequeñas escenas que la hacen una verdadera delicia. Amén de que su sobrio estilo le aporta más interés todavía. Fe de etarras, siempre juega con ese tono que está en medio de la comedia más sencilla y a la vez está cargada de mensaje.
Javier Cámara da vida a un hombre íntegro, con pocas figuras y con más sombras que luces, casi atormentado por el pasado, pero es quien constantemente nos recuerda quienes son los personajes, Junto a él Julián López, que le pone el toque más cómico al asunto. A pesar de ser un actor de excesos, aquí está bastante comedido.
Gorka Otxoa y Miren Ibarguren, son quizá los personajes que menos “impacten”. Sobra su pequeña historia de amor truncado, en cambio cuando discuten quizá sale lo mejor de ambos. Nunca se olvida cada uno de dónde está y por qué.
En conjunto, Fe de etarras es una película con carga política, quizá algo incómoda para algunos, pero desde luego su guión y su reparto son dos bazas muy importantes a la hora de tenerla en cuenta.
Por que en el fondo, todos los detalles que uno asimila después, son los que la convierten en una cinta casi imprescindible, dejando claro que Cobeaga es uno de los talentos más importantes de nuestro cine.