El cine de evasiones y/o fugas carcelarias, tuvo mucho auge hacia los sesenta y setenta. Títulos como La gran evasión (John Sturges, 1963), Papillon (Franklin Schaffner, 1973), la mítica La fuga de Alcatraz (Din Siegel, 1979), o Evasión o victoria (John Huston, 1981), pintaban este acto de rebeldía como una especie de aventura para los presos y tampoco se acercaban mucho al lado denuncia/drama. Ya en los noventa u ochenta, la historia de Stephen King Cadena Perpetua (Frank Darabont, ) parecía que iba a relanzar este subgénero, aunque finalmente tampoco fue así. Eso sí, Darabont nos dejó una espléndida obra.
La película está dirigida por Francis Annan, director británico que debutó hace unos años con una cinta inédita en España, Woyzeck (2010). Ha sido director de cortometrajes y vídeos musicales, por lo que podemos decir que Fuga de Pretoria es su debut en circuitos comerciales. Y esa inexperiencia se nota, ya que la película no pasa por ser una cinta de aventuras carcelaria, aunque en ciertos momentos se nos intente vender drama. Un drama que no está enfatizado por la imagen, por lo que sólo nos queda la opción de dibujarlo en nuestra mente, o leernos la novela de uno de los protagonistas, texto que Annan ha tomado como referencia para escribir el guión.
Protagonizada por Daniel Radcliffe, sí el niño/adolescente de la saga Harry Potter y que poco a poco se va metiendo en proyectos más distantes del cine de aventuras juvenil. Ya destacó hace tiempo en películas de varios géneros tan dispares, pero aquí realmente no luce demasiado como actor, ya que Fuga de Pretoria es una cinta más “física” que interpretativa.
Su papel cumple dentro de la historia y él mismo también cumple, pero no será posiblemente, una de sus interpretaciones más recordadas. Un personaje inteligente, frío, de pocas palabras pero que persigue la libertad e ideales, cuesten lo que cuesten.
Le acompaña su tocayo Daniel Webber, a quien hemos visto en la miniserie de Stephen King sobre el asesinato de Kennedy 22.11.63, producida por J.J. Abrams. Webber, que parece tener más peso al principio, no aporta demasiado a la historia, y sus apariciones, conforme avanza la cinta, se van haciendo más escasas, a pesar de que entendemos, que es un buen amigo del protagonista.
El resto de secundarios (incluimos a los que interpretan a los guardias) están correctos, sin demasiados halagos y, al igual que Radcliffe o Webber, sus roles se limitan a servir a la historia y poco aportan al trasfondo dramático del relato. Lo cual es llamativo, porque en este tipo de películas los guardias carceleros suelen ser los que aportan más drama.
Fuga de Pretoria es una cinta que se acerca más a las aventuras carcelarias que a los dramas. Más cerca del cine de este tipo de los setenta que de los dramas lánguidos. Aun con sus taras, es una película entretenida, con tensión en su tramo final, pero que, como suele pasar con estos productos, posiblemente no aguante una segunda sesión.