Segundo trabajo de Joel Edgerton tras las cámaras desde El regalo (2015), y además un cambio de género radical. Ahora le toca el turno a un drama, un drama bastante crudo pero que Edgerton no termina de hacer que nos toque la fibra, y aunque la película está bastante bien, le falta algo más de intensidad y crudeza.
Es un tema que aún a día de hoy sigue en el candelero. La sociedad americana, tan liberal, tan tolerante y tal abierta, esconde en cierto modo, una doble moral. Permite pero prohibe al mismo tiempo, abre puertas a todos, pero cierra unas cuantas a unos pocos. Se muestra muy tolerante con todo pero a la vez inflexible en aspectos menos importantes. Es complejo quizá entenderla.
Sin haber leído el libro de Conley, seguramente lo mostrado por Edgerton en pantalla sea menos duro que lo vivido por el propio autor. Y aquí nos topamos con un primer pedrusco, y es que Identidad robada peca en muchos momentos, de ser un poco blanda para el tema que trata. A nivel de guión poco podemos reprocharla, sinceramente, y en este sentido si que tiene momentos bastante duros, que nos llevan a empatizar mucho con los personajes.
Pero el calvario que atraviesa el personaje protagonista quizá debería estar algo mejor reflejado. A Edgerton le ha faltado algo más de riesgo y valentía (que la cinta es valiente, también es verdad) a la hora de tomar ciertas decisiones. Evidentemente no es una cinta que guste a todo el mundo.
De lo mejor que tiene la Identidad robada, podríamos destacar su ritmo. Se toma su tiempo, maneja el tiempo a su antojo y necesidad, plantea escenas con el tiempo necesario y hace sacar las garras a los personajes cuando es necesario. El trabajo en el aspecto del montaje, quizá es un punto a destacar.
Por otro lado tenemos un triángulo de protagonistas muy bien construido. Russell Crowe interpreta a un pastor baptista rígido, inquietado por el descubrimiento de que su hijo es homosexual, y totalmente obcecado en que siga “el camino recto” y no se desvíe. Crowe está muy bien en el papel. Nicole Kidman, a pesar de sus diversos retoques estéticos que la impiden muchas veces expresar en pantalla, también merece una especial mención. Un papel tan importante como es el de la madre del joven protagonista requería una actriz de su altura. Destacaríamos el tramo final, en donde se desvela como una mujer luchadora en el silencio.
Y como no el propio Jared, que lleva el rostro de Lucas Hedges, un actor que transmite a partes iguales, fragilidad y tormento, frustración y dolor, inocencia y madurez. Su trabajo en la película es de lo más destacable, dentro de lo complicado que resulta su personaje. Los secundarios también tienen buena presencia y, sin duda, acompañan muy bien a los protagonistas.
Identidad borrada es una película casi de obligada visión a día de hoy, con un tema duro, con unos actores que cumplen con creces su cometido, pero le falta algo más de garra, más dureza (insisto que la tiene, pero no tanta como debería). Un buen trabajo para Edgerton, sin duda.