Tras el paréntesis de Paul Greengrass en El legado de Bourne (Tony Gilroy, 2012) (decidió apartarse del personaje y Damon sólo estaría si volvía él), Universal decidió poner un buen cheque sobre la mesa para traerlos a los dos en una nueva entrega, esta vez a modo de broche final.
Greengrass no necesita presentación. Un director absolutamente solvente, con un trepidante estilo, muy particular a la hora de contar sus historias, tras esta cinta ha trabajado ya cuatro veces con Matt Damon, por lo que ambos saben perfectamente como retratar ese desasosiego, esa tensión y esa fluidez que hay en la saga de Jason Bourne. Aquí, sin novelas de por medio, el director vuelve a contar con Christopher Rouse (ya trabajó con él en las anteriores entregas) para desarrollar una historia original, en donde el personaje pudiera dar, por fin, carpetazo a su anterior vida y tener una alejada de la CIA.
Es quizá la cinta más estándar de la saga, ya que prácticamente no hay demasiadas sorpresas, todo está muy trillado, y aunque Greengrass y Damon saben llevar bien la película, lo cierto es que visita demasiados lugares comunes para contarnos la historia. Salvo las escenas de acción, que siempre son una garantía en esta saga, el resto de la trama no destaca especialmente por traernos novedades, más bien es un conglomerado bien compuesto (la trama está bien, los personajes…) pero que no llega a tenernos tan atentos como las otras entregas.
Jason Bourne no es una mala cinta, no es una mala película, pero se nota cierto cansancio en el personaje, demasiadas cosas ya vistas, y es obvio que Universal deja un poco su resultado a cómo la taquilla reaccione y sobre todo al ejército de fans que lleva siguiendo al personaje durante años.
Damon, cuyo personaje vuelve a reflejar de nuevo sus miedos, su pasado (aquí conocemos algo más de él), sigue desconfiando de todos, y junto a él, tres nombres que aportan mucho más empaque a la película (que ya de por sí lo tiene). Tommy Lee Jones, como el incorruptible cabeza de la CIA, un personaje duro y sin compasión que desea aplastar a Bourne, quitarlo del mapa, como sea; Alicia Vikander, como la agente Heather Lee, deseosa de ascender a toda cosa, aunque sea necesario irse al bando contrario, pero nunca olvida ni quien la da de comer, y cual es su objetivo personal; y Vincent Cassel, en un rol de un ex agente de la CIA (un activo, como los llama la agencia) con cierta relación con Bourne.
Jason Bourne es una película entretenida, se ve bien, tiene buen ritmo, muy buenas secuencias de acción, nos reencuentra con los pilares básicos de la saga que parecieron desaparecer en la anterior entrega, pero que no termina de traernos cosas nuevas. Se nota que es más una cinta de productor que de director. Un buen trabajo de encargo, hecho para tratar de darle a Bourne, un más que digno final.