Es quizá el primer gran estreno del año para la Disney. Y no es para menos dado su presupuesto. John Carter es una épica historia sobre un hombre y su destino. Andrew Stanton ha hecho lo que ha podido para salvar una película exageradamente.
Suponemos que pasar de la dirección de animación a la dirección con actores reales, hay un paso bastante importante. Brad Bird, sin ir más lejos, lo hizo el pasado 2011 con Misión: Imposible 4: Protocolo Fantasma. Ahora parece que Andrew Stanton, igualmente salido de Pixar (WALL-E, Buscando a Nemo y Bichos), hace lo mismo con John Carter, basada en la serie de libros escritos por Edgar Rice Burroughs. Stanton sabe mantener el tipo, aunque no ha podido con el ritmo. Lo que Bird convirtió en espectáculo a Stanton le ha salido una cinta muy sosa.
Viaje de héroes a mundos futuros en medio de contiendas, es algo que ya no nos es ajeno. Incluso Roland Emmerich se atrevió con ello en Stargate: Puerta a las estrellas (1994) e intentó repetir fórmula (sin tanta ciencia-ficción) en 10.000 (2008). Andrew Stanton, siguiendo prácticamente la misma fórmula que el holandés, nos trae una cinta que, pese a lo tardío de su adaptación (muchas obras actuales beben de sus fuentes), no queda anticuada. Eso sí, ha tenido un pequeño traspiés y es el querer contar demasiado en una misma película.
Y es que John Carter tiene el imperdonable error de su duración. Si nos atenemos a que podría ser el inicio de una saga ya fijada en un futuro, sería entendible. Pero si sus próximas continuaciones son algo inciertas, la película desvaría en un ejercicio de más de dos horas de duración, lo que le confiere en algunos momentos, cierta indiferencia para con el público y, por ende, desconexión absoluta con la historia hasta alguna parte con algo más de ritmo. Por este principal motivo, mucho me temo que, a pesar de que ponga Disney en el cartel, no es precisamente una película muy recomendable para los niños.
Estética y visualmente, John Carter es una buena propuesta. No se ha reparado en gastos (hablamos de un holgado presupuesto de unos 250 millones de dólares, equiparable a títulos como Avatar (James Cameron, 2009) o Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (Rob Marshall, 2011)). Aunque esto no debería sorprendernos (como por ejemplo los Tharks, realizados enteramente por ordenador) y seguramente la exijamos mucho más. Aún con todo y con eso, no parece que Stanton haya “repartido” bien el presupuesto y tampoco parece que haya exprimido bien el material original.
A esto hemos de añadirle un ritmo bastante irregular en donde por momentos nos da la sensación de que el montaje o bien se ha realizado de forma apresurada o bien alguien ha metido la tijera de más (no nos extrañaría ver un montaje del director en su salida al mercado doméstico). Y es que John Carter adolece de estos pequeños detalles que ensombrecen una épica historia. Por otro lado, su reparto no es que sea precisamente para tirar cohetes. Aunque no se les ha exigido demasiado, todo hay que decirlo. Otro punto flaco reside precisamente en el villano, absolutamente insuficiente para una cinta de este corte (¿y este tipo quiere dominar el planeta?).
Con sus más y sus menos, lo cierto es que John Carter puede supone un importante mazazo para Disney de no convertirse en un éxito. Una lástima que para muchos, algunas producciones actuales (que por otro lado beben precisamente de las fuentes de Burroughs) supongan quizá un espejo de lo que es John Carter. La cinta podría haber dado mucho más de sí, podría haber sido más concentrada y mucho más épica de lo que ya es. El resultado es la más absoluta indiferencia ante una película algo vacía de contenidos, pero bien envasada en esos frascos que sólo Hollywood sabe fabricar.
Con un poco de suerte, las próximas andanzas de John Carter (no olvidemos que se trata de 11 libros) podrán ser algo más amenas, menos extensas (ya no habrá mucho más que contar) y seguramente en manos de otros realizadores más experimentados en el género, muchísimo más entretenidas.