Tras los escasos resultados que Joe Johnston cosechó con Parque Jurásico III (2001), la Universal ha dejado macerar la idea de que podrían volver los dinosaurios en cualquier momento. Eso sí, para su regreso, era necesaria una renovación bastante notable de muchas cosas o, lo que ha pasado, también se puede tirar del recuerdo y la nostalgia del primer Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993) e intentar adaptarlo a una historia algo más contemporánea, pero sin desviarse demasiado de la idea inicial que Michael Crichton proponía en su libro, publicado hace ya más de treinta años.
Bajo la tutela de Spielberg (algo que era innegociable para el proyecto desde el principio), se escoge a Colin Trevorrow, un realizador prácticamente debutante (tampoco parecían querer exigir demasiado a quien estuviera trás las cámaras, quizá porque ya lo controlaría otro) y que ha sabido sortear eficazmente, lo que se supone tendría que ser un reinicio más que sonado.
El resultado es Jurassic World, una cinta sin alma ninguna pero que hereda muy bien todos los elementos que hicieron grande a Parque Jurásico, con una cantidad abundante de homenajes, momentos casi idénticos y con ese espíritu de aventuras que hoy en día cuesta tanto a Hollywood transmitir.
Para los que Parque Jurásico significó mucho como espectadores, quizá ver Jurassic World como una nueva entrega pueda resultar un poco complicado. En nuestras memorias quedan momentos para el recuerdo, frases míticas… todo ello con el toque de ese Spielberg casi infantil que siempre ha sabido como darnos el caramelo que mejor sabe. Trevorrow no es Spielberg y tampoco pretende serlo, sabe que sería un error, pero si que ha conseguido llevarnos de la mano al parque temático de una forma respetuosa y con sensatez.
Tampoco es momento, quizá, de estancarnos en el pasado. El cine, como los dinosaurios en su día, evoluciona hasta adaptarse a las demandas del público, que en esta ocasión, responde con absoluta contundencia ante una de las cintas del año. Jurassic World se saborea prácticamente desde el principio. Su guión, sin ser un prodigio (tampoco lo era el de la primera película) capta de forma sutil ese espíritu del cine de aventuras, en donde sabes qué va a pasar casi al momento, pero que en el fondo, forma parte del juego.
Quizá uno de sus principales lastres sea el reparto. Chris Pratt, Bryce Dallas Howard o la pareja de niños protagonistas, no tienen demasiado carisma (por mucho que Hollywood nos lo intente vender) y al final del todo, quedan unos personajes casi esbozados, sin apenas una figura formada. ¿Por qué Chris Pratt sabe tanto de animales si ha sido militar? ¿Cómo ha llegado el personaje de Bryce Dallas Howard a dirigir el parque? Son preguntas con respuestas que ni Trevorrow no parece necesitar para contarnos la historia de Jurassic World.
Con elementos en común con las otras tres películas y con algunos ciertamente memorables (su quizá algo alargado final), hacen de la película un entretenimiento agradable que, en verano, es realmente lo que nos apetecer ver. Eso sí, si conservamos aún en lo más profundo de nosotros, el espíritu de la cinta que originó todo, es muy probable que veamos con otros ojos esta película.