Bien es sabido, e incluso reconocido por él mismo, que las secuelas no son el fuerte de Steven Spielberg. De hecho, pueden contarse con los dedos de una mano. El enorme éxito de Jurassic Park (Parque Jurásico) (1993) hacía previsible adaptar su continuación literaria, también escrita por el mismo Michael Crichton, y que se tomaba bastantes licencias con respecto al libro, aunque en esencia, contaba una historia muy similar.
Si hay algo que caracteriza al cine de aventuras de Spielberg es que suele ir al grano con cierta rapidez. Aquí tenemos una muestra y es que El mundo perdido: Jurassic Park prácticamente nos presenta la historia en muy poco tiempo. Sabe perfectamente que no necesita presentaciones, que conocemos de sobra a los personajes y por ello prefiere detenerse en otras cosas.
Si tratamos de sacarla punta a nivel técnico, e incluso compararla con la anterior, nada tiene que envidiar en cuanto al híbrido de utilizar CGI y efectos prácticos. Inclusos muchos efectos siguen siendo vigentes hoy en día e incluso algunos bastante mejor que los que vemos en la trilogía de Jurassic World. En este aspecto, la película ha envejecido pero que muy bien.
Mientras que, en Jurassic Park (Parque Jurásico), no había, por así decirlo, un protagonista único (quizá el personaje de Sam Neil podría considerarse como tal), aquí sí que se definen perfectamente los roles y el carisma de Ian Malcolm (igualmente interpretado por el actor Jeff Goldblum), la frescura de Vince Vaughn y el buen hacer de Julianne Moore, sin duda conforman un buen triángulo protagonista. Aunque está bastante claro que Goldblum es quien maneja el cotarro.
Comparte con la anterior ciertos temas, como la ecología, la arrogancia del ser humano, su complejo de superioridad ante el paso del tiempo, su afán por lo más grande… aquí vuelven a estar marcados en una historia que, si bien no resulta excesivamente compleja, delimita de forma muy acertada, los pasos que se quieren dar para que El mundo perdido: Jurassic Park no sea únicamente una secuela y ya, sino que aporte algo más. Aunque la película hereda muchas cosas de la anterior, sabe cómo meterse al público en los bolsillos, hay varios factores que, directamente la descartarían como una buena secuela.
La puesta en escena, la maravillosa música de Williams, un reparto con cierto renombre, su buen ritmo y lo simple de su historia, confluyen en una obra que, si bien pierde algo de sorpresa y resulta inevitable su comparación con la anterior, resulta en resumen una secuela digna, con cosas nuevas y otras mejorables, pero al fin y al cabo el objetivo creo que se cumple: entretener al personal.