La trayectoria profesional de Álex Pina comenzó hace unos años en televisión, en programas como Caiga quien caiga o series que ya forman parte de la historia de la ‘caja tonta’ como Los serrano (2003) o Los hombres de Paco (2005). Una trayectoria que, con el paso del tiempo, le ha llevado a convertirse en uno de los nombres clave de la ficción española. La casa de papel es, hasta la fecha, su producto más internacional, llegando a convertirse, prácticamente, en todo un fenómeno, como atestiguan ya no sólo su éxito a nivel de público sino el documental que hay sobre ella (La casa de papel: El fenómeno (Luis Alfaro y Pablo Lejarreta, 2020)), o la miniserie sobre su producción y rodaje La casa de papel: De Tokio a Berlín (2021).
La trama, a grandes rasgos, de la serie parte del gran robo planeado por un hombre que se hace llamar ‘el profesor’ y que se convierte en el cerebro de un gigantesco atraco a la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre. Para llevarlo a cabo, reúne a un grupo de jóvenes ‘desechos’ de la sociedad con ansias de darse una vida de lujos. Pero ya se sabe que detrás de los grandes robos, hay grandes historias.
La primera temporada se empezó a emitir en Mayo del año 2017, en abierto y en el canal Antena 3. Consta de nueve episodios (de una hora aproximadamente de duración) en donde, principalmente prima el thriller y la intriga por encima de todo. Aún así, la acción o el drama son géneros que se pasan un poco por encima, pero sobre todo el principal gancho para la audiencia es la intriga/suspense de la historia.
Una serie como La casa de papel cuenta con un reparto, o debería contar con un reparto, intergeneracional, en donde se alternen nombres veteranos con jóvenes promesas. Y es precisamente esa combinación, la que nos permite llegar hasta los personajes y la que permite que éstos, lleguen más fácil a todo el mundo. Así mismo la serie apela a valores humanos muy universales como la confianza, el perdón, el miedo, la lealtad o el amor. Son precisamente esos valores, los que llaman más la atención del público.
Resulta todo un producto sumamente entretenido, al menos esta primera temporada, en donde no hay prácticamente pasos en falso durante el avance de la trama, en donde los personajes están bastante bien resueltos y definidos, a pesar de que algunos secundarios adolecen un poco de falta de historia. Es un mal menor, puesto que, en el grueso de la trama principal, los que tienen que estar, están.
Merecen especial mención, al margen de que a nivel general todos están bastante bien, los rostros de Paco Tous, con quien Pina ya trabajó en la serie Los hombres de Paco (creada junto a otro nombre de peso en la televisión, Daniel Écija). Un personaje entrañable, con el que se conecta al momento y que, gracias a la interpretación tan característica de Tous, lo convierten en un rol verdaderamente convincente. Moscú, su personaje, encarna al padre protector, a ese padre que siempre quiso lo mejor para su hijo; representa el arrepentimiento, y el perdón necesario. Aunque no tiene demasiado peso en la serie (algo que se echa en falta), en esta primera temporada, sus apariciones son de las más interesantes.
Y por otro lado habría que destacar a Pedro Alonso, en el rol del ‘villano’ del grupo. La serie no evita estereotipos, y el personaje de Berlín (que bebe mucho de ellos), aparte de ser uno de los más carismáticos, representa el mal dentro del mal, ese villano que, a pesar de tener ciertos principios inamovibles y de ser un verdadero… cabrón, resulta casi inevitable sonreír con algunas de sus ocurrentes salidas o interesarse por sus reacciones.
Muy de cerca le sigue el cerebro del golpe, Álvaro Morte, con quien Pina coincidió en Bienvenidos al Lolita (2014). Morte aporta un personaje inquebrantable (salvo por su debilidad para enamorarse de la mujer equivocada), sumamente inteligente, con una mente calculadora y del que resulta imposible no querer saber más. Las escenas en las que aparece, siempre sugieren giros interesantes en la trama.
Esta primera temporada de La casa de papel es un suculento soplo de aire fresco para la ficción televisiva española. Sin ser perfecta, sobre todo en su apartado técnico, supone un disfrute y un entretenimiento que en cada episodio deja con ganas de más. A esto hay que sumarle nombres de peso entre sus directores, como Miguel Ángel Vivas o Jesús Colmenar. Es verdad que Pina ha recurrido a realizadores con los que ha trabajado anteriormente, pero su realización aquí es encomiable.
