Guillermo del Toro se ha ganado a pulso un estilo muy definido marcado por elementos que son ya considerados clásicos dentro de sus películas. El gusto por lo estético y ese halo casi de cuento o de fábula que se respira en títulos como El laberinto del fauno (2006) o La cumbre escarlata (2015), le han valido una enorme consideración dentro de propio género de terror-fantástico.
La forma del agua es, a día de hoy, su película más completa, pero no por ello la mejor. Es la más completa porque reúne ya no sólo los elementos que hemos visto, sino un gusto por la estética de los años 60 (casi estilo steampunk, algunos ya apuntan a que sigue teniendo clavada la espinita de su deseo de adaptar el videojuego BioShock) que le aporta a la película el toque necesario para contarnos esta fábula que guarda similitudes con el cuento de La bella y la bestia, llevado al cine en varias ocasiones, desde Cocteau hasta Disney. Reúne también varios géneros que pululan por las pequeñas subtramas de la historia.
Del Toro se vale de una atmósfera especial, en donde se respira nostalgia, soledad e incluso misterio. La dirección artística, la fotografía, y la espléndida banda sonora de Alexadre Desplat, contribuyen a que todo nos envuelva de forma hipnótica.
La película resulta, quizá algo larga (para la historia que cuenta) y ciertos pasajes nos pueden resultar un poco densos, pero uno de los puntos fuertes de La forma del agua, reside en su reparto.
Del Toro se ha arriesgado (y le ha salido bien la jugada) al escoger a la británica Sally Hawkins como protagonista, en el rol de una mujer muda que descubre en los laboratorios donde trabaja como limpiadora, un extraño experimento. Hawkins transmite muy bien la fragilidad del personaje, con momentos memorables y sobre todo con un personaje que, sencillamente, encandila al público desde el principio.
Mención especial para Michael Shannon, sin duda, uno de los mejores roles de toda la película (junto a Hawkins). Shannon ha demostrado varias veces sus dotes para villano, incluida en la fallida El hombre de acero (Zack Snyder, 2013). Aquí, encarna a un hombre con una obsesión, y con una especie de doble vida.
Otros secundarios como Octavia Spencer (siempre perfecta), Richard Jenkins o Michael Stuhlbarg, completan un “cast” que sobresale muy por encima de la propia historia.
La forma del agua combina, además varias tramas, con varios géneros. Desde el drama romántico, pasando por el terror e incluso el thriller. Nos recuerda esa época de espionaje entre los Estados Unidos y Rusia, con la Guerra Fría en pleno apogeo…
Es una cinta muy completa, con un envoltorio preciosista, muy bien elaborada y muy bien dirigida. Lástima que la historia, aún con todas las intenciones de hacernos llegar al corazón, no nos inspira nada más que cierta ternura, pero no nos descubre nada que no hayamos visto antes. Prácticamente no hay lugar para las sorpresas en La forma del agua.
Del Toro, sin llegar a hacer su película más redonda, pero sí la más completa, es ya uno de los directores más consagrados y originales que ha parido el cine, y su decidido gusto por el cine y por el público, en general, que lo disfruta, son una perfecta excusa para que La forma del agua entre en nuestras vidas.