James Wan ya es, para muchos, el padre del terror moderno. Desde su despegue con el inicio de la saga Saw (2004), tanto a nivel de dirección como de producción, ha cosechado un gran éxito en la taquilla, al margen de su calidad como realizador o de la calidad del cine que produce.
Mientras se desarrollan las sagas de Expediente Warren y Annabelle, Wan se mete en la producción de la cinta de terror La Llorona, basada en la figura de la cultura popular de paises de Suramérica. Una figura que, en la película, pierde bastante misticismo y significado ancestral, y queda relegada a un simple monstruo que persigue niños.
La Llorona supone el debut en la dirección de Michael Chaves, hasta la fecha, director de varios cortometrajes. Chaves demuestra que sabe manejar los instrumentos más característicos del cine de Wan, basado siempre en los “jump scares”. La película deambula entre este elemento y el thriller, aunque la previsibilidad de casi todas sus escenas le quita bastante importancia.
A la inexperiencia de Chaves como realizador de largometrajes, se le une la de la pareja de guionistas, que escriben un texto torpe, plagado de tópicos y con alguna que otra escena incongruente, cargándose la figura popular y reduciendo todo a una persecución entre la familia protagonista y el ente, con escasa o nula explicación sobre las razones de este acecho.
El resultado es un torpe ejercicio en donde se mezclan demasiadas cosas, donde no hay sorpresas, y en donde los personajes parecen escritos a merced de rellenar tiempo. No se profundiza prácticamente nada en ellos, por lo que poco o nada nos importa lo que les pase.
Sí, La Llorona no es una buena película, es un enorme pastiche reciclado del cine que Wan hace siempre, los mismos elementos, el mismo tipo de escenas/secuencias… todo igual, salvo algunos pequeños cambios, pero resulta casi tan insufrible como La monja (Corin Hardy, 2018), en donde la fórmula es prácticamente la misma que vemos aquí.
No hay mucho más que sacar de una película que pretende ser un homenaje a las madres, al amor hacia sus hijos… todo ello se volatiliza además con actores poco creíbles (sólo salvamos a Raymond Cruz y porque no se toma en serio su personaje). Una verdadera pérdida de tiempo que, como siempre, enganchará a los seguidores de Wan, ávidos del terror más “light”. Ni siquiera a los que aceptamos barco, nos llega a interesar esta película, en donde no se necesita demasiada exigencia para verla.