En noviembre de 2018, en el condado de Butte, situado en California, se desata uno de los mayores incendios de la historia de los Estados Unidos. Bautizado como “Camp Fire”, las llamas arrasaron más de 600 kilómetros cuadrados, castigando sobre todo a la ciudad de Paradise, que por aquel entonces contaba con algo más de 25.000 habitantes. A día de hoy, no llegan a 12.000. Tras la tragedia, fallecieron 85 personas y se destruyeron más de 15.000 hogares. Sobre las consecuencias y responsables, se puede hablar en otra ocasión.
Si hay un director capaz de narrar de forma cruda un incidente como este, sin duda se podría llamar Paul Greengrass. Y es que no es la primera vez que el británico se pone tras las cámaras para ensalzar al héroe o héroes, que suele haber detrás de hechos trágicos. Lo hizo en United 93 (2006) o Capitán Philips (2013) y aquí pone en primer plano a Matthew McConaughey para contarnos, a través de su mirada, el infierno de “Camp Fire”.

Poca presentación merece el frenético estilo de Greengrass, sobre todo cuando se trata de ponerse en el lado de quienes tienen la dura tarea de resolver problemas. Volvemos a retrotraernos a United 93 o a la maravillosa (y dura al mismo tiempo) Domingo sangriento (2002). Su manejo de cámara en mano, cercana a los protagonistas, esa sensación de caos… ayudan a la perfección a sentirnos dentro de toda la acción.
Como hemos comentado, todo gira en torno al personaje de McConaughey, marcado desde el primer momento como un tipo derrotado, tanto a nivel personal como emocional. Pero el resto de la película tampoco alcanza nada más, es la clásica historia de redención personal que tanto gusta en Hollywood y que aquí parece seguir paso a paso todas las etapas.
Adolece de querer emocionarnos con algunas imposturas a nivel dramático, pero cae en ese intento tan manido. Por el contrario, Greengrass vuelve a contar con una estupenda producción en la que se manejan además imágenes reales con las rodadas, dando en su conjunto una reconstrucción bastante bien facturada.

Como compañera de reparto, tenemos a America Ferrera, actriz de notada solvencia que aquí tampoco destaca por nada, a pesar de que también se la intenta dar algún trasfondo emocional (necesidad de escapar, vivir la vida…) pero que todo queda bastante olvidado.
Bajo el amparo de Jamie Lee Curtis y (sorprendente) Jason Blum, como productores, Laberinto en llamas es una película entretenida, sin tampoco muchas más ambiciones y que ni siquiera pretende rendir algún homenaje a los que se dejaron la vida allí, salvo contar esta especie de aventura (porque al final es lo que transmite) en la que prácticamente no sufrimos con los personajes. Es una película que se aleja un tanto del espectador.
Para poder tener una idea algo más dramática y cercana, podemos echar un vistazo al documental de Ron Howard Rebuilding Paradise (2020) sobre los años posteriores a la tragedia.
Laberinto en llamas es una película bien hecha, correctamente interpretada y muy bien dirigida, pero que no va más allá de una de las premisas de Hollywood, convertir cualquier tragedia en espectáculo.
Realmente cuesta encontrar una razón por la que una película como esta no se haya estrenado en el circuito de salas comerciales. Sí que se anunciaron varios pases en determinadas salas, pero al menos no hay constancia de que en España se haya podido ver de esta forma. Todo apunta a que es una estrategia de la propia plataforma para ganar suscriptores.
Puede verse en la plataforma de Apple.







