Hace pocos días se estrenó la nueva comedia de Ben Stiller, Los amos del barrio, cinta que mezcla no sólo el humor ya habitual, del actor, sino algunos toques de intriga y ciencia ficción. Desafortunadamente la mezcla resulta un tanto indigesta.
Vaya por delante que mi simpatía con Ben Stiller no es que se encuentre en su mejor época. Sus últimos títulos estrenados, Ahora los padres son ellos (2010) o Un golpe de altura (2011), dejan más indiferente que otra cosa a un espectador que espera no sólo reirse con él, sino que le muestre algún que otro registro nuevo, pues el protagonista y director de Zoolander (2002) empieza a anquilosarse en papeles que parecen hechos para él, cosa que no le favorece en absoluto.
Confieso que la premisa de Los amos del barrio, me parecía bastante interesante. Títulos como Attack the block (Joe Cornish, 2011) o La horda (Yannick Dahan y Benjamin Rocher, 2010) han tomado quizá el tema sobrenatural-ciencia ficción y lo han fusionado con lo cotidiano para dar, en cierta medida, un soplo de aire fresco al género. Si la película de Cornish lo hacía con ciertas limitaciones, la obra (directa al mercado doméstico) de los galos Rocher y Dahan, iba directamente al grano y se desviaba de lo meramente cotidiano. Los amos del barrio ha intentado buscar el equilibrio, pero termina por convertirse en un deambular con algunos puntos graciosos, pero nada que no hayamos visto. Junto a Stiller, una serie de nombres de cierto peso como son Jonah Hill o Vince Vaughn que, como pez en el agua, se desenvuelven estupendamente en sus roles arquetípicos, comiéndose a veces hasta el mismo protagonismo del propio Stiller. Esto es ya un mal síntoma de que el protagonista no termina de ser, valga la redundancia, protagonista. Son quizá ambos intérpretes los que más puntos graciosos acumulan en toda la cinta. Igualmente Richard Ayoade, grato descubrimiento para el público, sin duda.
Pero no contento con no despertar tampoco cierto interés, el realizador de la película, tampoco parece muy interesado en generar demasiado a los personajes, dotándolos de muchos arquetípos (el padre que protege en exceso a su hija, el joven obsesionado con las armas, los policías “paquetes”…). Engrosa una lista de tópicos que, en una cinta de hace unos años (pongamos los ochenta con la espléndida No matarás… al vecino) habría funcionado a las mil maravillas, pero hoy en día se le exige algo más, y Schaffer no lo da. Cinta muy irregular, con escaso humor nuevo pero que explota hasta la saciedad la fórmula que antaño ya pusieron otros en marcha (Ivan Reitman o Joe Dante). El resultado no colma muchas expectactivas y, dados además sus resultados en taquilla, no auguramos precisamente nada bueno ni para Stiller ni para Schaffer. ¿Motivos para ir a verla?, bueno, al menos sus diez-quince minutos finales son un claro ejemplo de lo que sí habría funcionado en sus cien minutos.