A sus 76 años, Steven Spielberg se atreve a compartir parte de su vida personal con Los Fabelman (2022) un pequeño retrato a través de personajes ficticios, de una parte de la infancia del cineasta y que pretende explicarnos por qué se dedica a lo que se dedica (en parte, claro).
Han tenido que pasar unos cuantos años para que Spielberg, que no necesita presentación, haya dirigido su película más personal hasta la fecha (aunque suene a tópico). Personal en cuanto a historia, por lo demás, y a nivel técnico, poco vamos a descubrir a estas alturas de un cineasta que lo ha ganado prácticamente todo y que se ha ganado el respeto tanto de crítica como de público. Los Fabelman está escrita junto a Tony Kushner, con quien ha trabajado en anteriores ocasiones como en la maravillosa versión de West Side Story (2021). Entre los dos, construyen una historia sencilla, con arco temporal de varios años y que nos permite tener una pequeña visión sobre el paso de la niñez a la adolescencia (hacia el final de la misma) desde los ojos de un joven que adora el cine y contar historias.
La película abarca tres etapas en el personaje principal. En esta misma, se nos presentan dos figuras muy influyentes para el personaje, como son sus padres. Él, un hombre que trabaja reparando televisores para mantener a su familia, y su mujer, una pianista. A través de la película El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952), un más que apropiado título para definir el cine en aquella época, Sam queda asombrado ante lo que ve, y ante las posibilidades que le ofrece. La simple escena de un choque de tren (¿a que niño no le gusta ver romper cosas?) sirve de detonante para que poco a poco y, en cierta forma, apoyado siempre por su madre, de la que siempre ha dicho que le inculcó bastante amor por el séptimo arte, empiece su interés por las imágenes en movimiento.
Hasta este punto, Los Fabelman se muestra sencilla (aunque con unos cuantos matices), muy honesta, una cinta solvente, bien escrita y bien interpretada. Quizá sea la parte más interesante. Pero es cuando el protagonista llega a la adolescencia cuando parece que la película empieza a dar pequeños tumbos, sin decantarse exactamente hacia un rumbo concreto.
Spielberg siempre mencionó el divorcio de sus padres como un punto de inflexión en su vida, algo que le marcó para siempre y que, incluso, ha dejado impronta en muchas de sus películas, con personajes o bien marcados por un pasado similar, o bien personajes que, directamente podrían ser un reflejo de su propio padre. El sentimiento de culpa permanece siempre flotando en la película.
Ese conflicto familiar, quizá no esté tan bien desarrollado como uno podría esperar (incluso en ocasiones resulta algo forzado), es lo que detona un poco el hecho de que el protagonista tome unas decisiones u otras. Los Fabelman es un drama sobre una familia rota, sobre cómo un hijo afronta la separación de quienes idolatra, de su timón en la vida y de cómo encuentra su refugio en el cine. Uno tiene la sensación de encontrarse con muchas cosas en ella, incluso lugares comunes (el antisemitismo, el primer amor…), pero cuesta emocionarse. Basta echar la vista atrás y comprobar como la figura del padre tiene su impronta en, prácticamente, todas las películas del director. Realmente podemos decir que Spielberg siempre deja algo de su vida en sus películas.
A pesar de que, como digo, la película está bien escrita (tanto Michelle Williams como Paul Dano tienen frases memorables), bien estructurada e incluso bien interpretada, se antoja poco intensa en algunos de sus pasajes y no termina de tocarnos como debería. Spielberg no edulcora, y echamos en falta algo más. Curioso que Dano no haya entrado en la lista de las nominaciones a los Oscar.
Un retrato de una época, de una vida, de una adolescencia, de las vivencias de un joven cuya pasión por el cine le hizo conocer al mismísimo John Ford (quien sino podría terminar una película así de bien, con el consejo de un maestro. Es probable que no pase como una de las mejores películas de Spielberg (una pena porque la historia podría haber dado pie a), pero cumple simplemente con ser una buena película.
