Alexander Payne (Omaha, 1961) tiene una interesante filmografía tanto como director/autor, como guionista, destacando siempre los personajes casi por encima de la historia. Su último trabajo estrenado hasta la fecha en cines fue Una vida a lo grande (2017), con Matt Damon. Ahora regresa junto a Paul Giamatti, con quien trabajó en la magnífica Entre copas (2004) en Los que se quedan.
Hay varias cosas que llaman la atención de esta película. Su estética sería lo primero que salta a la vista. La historia se desarrolla en los años setenta y Payne ha querido mantener imagen, formato y texturas de la época, para enfatizar este aspecto temporal. Así la cinta luce con una imagen falsamente antigua pero que le va bastante bien a la historia.
La figura del perdedor (del ‘outcast’) siempre está presente en las películas de Payne. Aquí no podía ser menos y los personajes principales son, de alguna forma, personajes perdedores, marcados por un pasado o presente, y que durante toda la historia deberán encontrar la manera de superar ese trauma/drama, bien a través de sus propias vivencias, o bien a través del apoyo y comprensión de los que les rodean.
El diamante de la historia es Paul Giamatti, en una interpretación soberbia, magnífica, que nos enfrenta al personaje, pero al mismo tiempo hace que empaticemos con él. Esa figura incorruptible, arcaica, recta y culta de un profesor de instituto (que pudo ser de universidad) que, en el fondo, y aunque no lo parezca es humano ante todo. El trabajo del actor (que, de momento no tiene un Oscar, ¿en serio?) es realmente especial y convertirá al personaje en un icono del cine de Payne, sin duda.
Le acompaña el debutante Dominic Sessa, en el papel de un alumno que no goza precisamente de la mayor popularidad. El clásico estudiante rebelde, que no termina de encajar entre sus compañeros de clase. La presencia de Sessa suma junto a la de Giamatti otro punto más en la galería de perdedores. Un personaje muy bien construido (como todos), con un pasado y un presente turbio e incierto, y que encuentra en su profesor, a un amigo más que a un docente. A pesar de la poca simpatía que se tienen, ambos saben (en un momento de la historia) que se necesitan.
Cierra el triángulo protagonista, la cocinera del colegio/instituto. Interpretada por la actriz Da’Vine Joy Randolph (vista en series como Sólo asesinatos en el edificio o The Idol). Una mujer llena de dolor, de rabia y que, a pesar de todo, debe sacrificarse en la vida para seguir adelante. Es otra joya de personaje, igual de bien construido que los demás y con una interpretación maravillosa.
La fórmula de Payne, que viene aplicando a casi todas sus películas, funciona a las mil maravillas. Construye un drama con tintes cómicos, en donde la historia va fluyendo, vamos conociendo a los personajes a través de escenas/secuencias que se suceden con eficacia sin forzar ni un ápice y con un manejo del guion y del ritmo, tremendamente maravillosos.
Los que se quedan es una delicia de película, muy recomendable y que nos viene a mostrar cual profundo somos cada uno, que tenemos nuestra propia historia, y que no somos sólo lo que vemos por fuera. Una radiografía incluso con un cierre ligeramente esperanzador, pero sin olvidar la connotación de perdedores que tienen todos los personajes que la pueblan.
Cine muy recomendable que nos hace ver que aún no todo está perdido y que necesitamos más Payne en nuestras vidas.