Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Lázaro, 2014) fue y ha sido sin duda, el resurgir del cine español, un balón de oxígeno para una taquilla que, desde hacía tiempo, estaba casi en coma (por lo que a nuestro cine respecta). La más que probabilidad de una secuela, algo poco habitual en el cine español, era un secreto a voces. Y finalmente Ocho apellidos catalanes básicamente traslada la esencia de aquella primera a otro territorio nacional.
No hay duda de que el éxito de Ocho apellidos catalanes (Emilio Martínez-Lázaro, 2015) radica en que sabe reírse, como nadie, de los tópicos. Y nadie como el propio Martínez Lázaro como para tomarse a pitorreo y siempre con el respeto que merece, un conflicto tan longevo como es el separatismo catalán.
A pesar de que aquí la comedia está bastante más medida, tanto el director como los guionistas, los mismos que Ocho apellidos vascos, han sabido apostar no sólo por el filón nacionalista, sino por diversos arquetipos que, hoy en día, los vemos como cotidianos, pero no dejan de sorprendernos.
Ayudado de nuevo por el mismo cuarteto protagonista (Elejalde está todavía mejor), en esta ocasión se añaden los rostros de Berto Romero y Rosa María Sardá. El primero, salido de la factoría televisiva El Terrat y con una presencia en películas cada más notable, nos regala un personaje hilarante, cargado de eso que llaman “postureo”, que representa a la nueva modernidad. Sin duda es de lo más destacable de toda la cinta.
Por otro lado, la veterana Rosa María Sardá, pone el humor con cuentagotas. La actriz catalana (quien mejor para su papel), está muy correcta en un rol casi hecho a medida.
Ocho apellidos catalanes está llena de humor, de escenas graciosas… y afortunadamente como su antecesora, va más allá de los tópicos, de hacer gracias simplonas. Aquí se hila más fino, lo cual se agradece y mucho.
Han aprendido además de los errores (no sin cometer nuevos, claro) y ahora no pasa nada por ver los avances promocionales, no vamos a sufrir demasiados “spoilers”. Hay mucho humor, en lo que podíamos llamar nueva comedia de enredo, donde el protagonista tiene un fin, y hará lo que sea por conseguirlo, siempre con el humor y en buen rollo por bandera.
Martínez-Lázaro ha hecho que esta minúscula saga, sea todo un estandarte del cine español (por más que les pese a algunos) algo que resulta cuanto menos curioso, que el hacer autocrítica de nuestra sociedad sea lo que más éxito tenga, da que pensar.