Quizá no sea uno de los personajes más conocidos por los lectores de los tebeos, seguramente los que han leído a MARVEL desde hace muchos años, conozcan el origen y trasfondo de Shang-Chi, pero su traslación al cine no hace más que evidenciar un nuevo producto hecho en serie por Disney/MARVEL, en donde prima lo visual frente a personajes con más enjundia. Es un defecto (para muchos) que lleva produciéndose desde hace ya tiempo (posiblemente desde Capitán América: El soldado de invierno (Anthony Russo y Joe Russo, 2014)), pero si la taquilla responde, está claro que no se va a cambiar.
La importancia de darle a los personajes su historia, su profundidad, su coherencia o, simplemente, algo de carisma, es quizá una norma que resulta complicada de cumplir cuando se quiere hacer una película que merezca la pena. O eso pensamos algunos. No basta simplemente con bombardear al espectador durante dos horas, con bonitas imágenes, escenas trepidantes y un clímax espectacular. Pero el concepto de cine o espectáculo, últimamente bastante parejo, ha llegado a unos términos en donde lo importante no es lo que hay debajo, sino lo que se ve en pantalla.
Y es un poco lo que pasa en este pastiche de película artes marciales y cinta de superhéroes, en donde lo único que realmente funciona son las escenas de acción, muy trepidantes, rodadas con un estilo clásico y que suponen un soplo de aire fresco en varios momentos de la historia.
Y es que Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos vuelve a tirar de la fórmula estándar que tan buenos resultados en taquilla le ha dado a MARVEL. El contar el origen de un personaje resulta ya un ejercicio más visto que otra cosa. Hay muchos tópicos, toques de humor que pueden hacer más o menos gracia (por obra y gracia de Awkwafina) y toda clase de clichés ‘made in MARVEL’ que ya conocemos y que, al final, no hacen más que hacernos pasear por lugares comunes.
Dirige Destin Daniel Cretton en la que es su quinta película y su primera incursión en el universo de los superhéroes. Para ello ha contado con Andrew Lanham en el equipo de guionistas, con quien ya trabajó previamente. A ellos se une Dave Callahan, guionista de la floja Wonder Woman 1984 (Patty Jenkins, 2020) o de la saga de Los mercenarios. A nivel técnico, se la pueden poner pocos peros a una película que vive más de lo visual que del resto de elementos.
Uno de los principales problemas que tiene, aparte del de contarnos cosas que ya hemos visto pero con otros nombres, es la ausencia de carisma de, prácticamente, todos los personajes. Podríamos salvar a Awkwafina, pero ni siquiera la veteranía de Michelle Yeoh o Ben Kingsley logra convertir esto en una película medianamente decente. Tiene algún momento entretenido e incluso elaborado a nivel de dirección, pero en su conjunto es una película floja.
Disney/MARVEL vuelve a demostrar su tacto para oler la taquilla, pero sigue demostrando una absoluta apatía hacia historias más interesantes, no ya originales, por que el material está ahí y es lo que hay, pero si el tratar de darles una visión algo diferente (se supone que Eternals (Chloé Zhao, 2021) viene a aportar eso) y no contarnos siempre lo mismo cambiando nombres.
Está claro que hay que saber a lo que se va, y que este tipo de productos tienen un público definido. Como tal, se hacen para que guste ese sector, ni más ni menos, tratar de hacer que algo nos interese cuando lo que nos cuentan nos da lo mismo, es, simplemente, perder el tiempo, y con Shang-chi y la leyenda de los diez anillos hay momentos en los que sucede eso.
