A pesar de las reticencias que creó la elección de Daniel Craig como James Bond hace ya unos años, ha demostrado durante todo este tiempo, estar a la altura como uno de los agentes 007 más carismáticos del cine (posiblemente el mejor junto a Connery). Ha dotado al personaje de más humanidad y realismo, y ha conseguido además relanzar una saga que con los últimos títulos de Pierce Brosnan, parecía estar de capa caída.
Pero como todo tiene un final, Craig ya vino anunciando después de Spectre (Sam Mendes, 2015) que quería retirarse del personaje e incluso se rumoreó que no haría más películas, pero no era justo finalizar una gran etapa con una cinta tan convencional como aquella. Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2021) viene a ser una hermosa (y trepidante) carta de despedida de un personaje que nos ha dado muy buenos momentos en el cine de acción.
A pesar del enorme cariz crepuscular para el personaje, no hay duda de que Sin tiempo para morir podría no haber sido un último aliento para el personaje (si cambiamos ciertas cosas de la historia). Ya con el final que se planteaba en Spectre, el broche para Bond era más que correcto. Pero por alguna razón, los productores querían un desenlace más a lo grande, dado la buena aceptación que ha tenido en taquilla Craig/Bond a pesar de las reticencias iniciales que hubo hace ya quince años.
Coronada, hasta el momento, como la cinta más larga de la saga y con una espléndida realización de Fukunaga, la película es un verdadero disfrute que, si entramos dentro de ella, hace que sus dos horas se pasen volando. A pesar de no tener un ritmo demasiado regular, la impronta en las escenas de acción (de nuevo Alexander Witt detrás de la segunda unidad) sigue siendo una auténtica pasada. A esto hay que sumarle el exquisito gusto en la puesta en escena que Fukunaga ha dotado a muchas partes de la película.
Ya con Casino Royale (Martin Campbell, 2006) se dejaba claro que este Bond iba a ser más humano, más mortal, menos superhéroe… aquí, una vez ya consolidado el personaje y hecho Craig con él, tenemos a un agente 007 más vulnerable, viceral, pero siempre con sus pinceladas que no olvidan su esencia (ese humor sutil, su frialdad a la hora de ejecutar…). Una de las virtudes de la dupla Purvis/Wade es que han sabido mantener muy bien el equilibrio del personaje, actualizándolo constantemente sin perder mucha de su esencia. Con eso se ha conseguido que este Bond siga siendo Bond, pero en una época en la que no resulta desfasado. Otro de los detalles interesantes y que se ha mantenido hasta aquí es su notable toque melancólico, mirando al pasado, tratando de cerrar heridas para afrontar el futuro. Craig ha construido un Bond dolido, pero con la constante de levantarse siempre para enfrentarse a lo que venga.
Para su despedida, Craig (productor de nuevo tras Spectre) ha contado con la ayuda de un villano casi a la altura. Rami Malek (conocido por su papel de Freddie Mercury en Bohemian Rapsody (Bryan Singer, 2018)) una de las estrellas emergentes del momento, interpreta a un megalómano personaje con ávidos deseos de venganza. Malek está bastante bien en el papel, creando un villano que podría ser de los más duros de la época Craig, casi a la altura del Silva que construyó Bardem en Skyfall (Sam Mendes, 2012). El tipo de ‘malo’ que da más miedo por su sutileza que por sus actos. Un tipo que sabes que podría destruirte con un solo chasquido de dedos. Si que echamos en falta dos cosas, más exploración del villano y un secuaz/esbirro con más presencia.
Sin tiempo para morir es una de las mejores cintas del Bond-Craig, no hay duda. Con unas escenas de acción muy potentes (el doble arranque es sublime), con un personaje totalmente entregado y construido, muy bien arropado con los secundarios (maravillosa la presencia de muchos personajes que han acompañado a Bond y que aquí, tienen más tiempo), un villano a la altura, un guion de lo mejor de todo el ‘Bonduniverse’ (ojo a los guiños que tiene), una realización prácticamente impecable… es complicado ponerle pegas a una película que cierra una época y que supone un precioso broche final para un personaje tan querido por muchos.
Dios salve a James Bond.