En 1991 aparecía por primera vez el personaje de Sonic, creación de un grupo de tres artistas nipones para la videoconsola de SEGA Mega Drive. Se trataba de un carismático, presumido y ‘espídico’ erizo azul que corría y rodaba a toda velocidad, recogiendo anillos y atravesando mundos fantásticos. Su paso a la gran pantalla no resulta del todo mala, dando lugar a una cinta sumamente entretenida, aunque perfectamente consciente de qué tipo de producto es.
Primera película del director Jeff Fowler, especialista en animación (estuvo nominado a los Oscar por un cortometraje) y que demuestra que sabe perfectamente manejar productos de este tipo con presupuestos bastante más holgados que un simple cortometraje, a pesar de que Sonic. La película es una cinta de estudio. No esperemos encontrar algo destacable a nivel de dirección.
Pero esto no es ningún impedimento para que la cinta pase a ser, sencillamente, cine de entretenimiento orientado sobre todo al público infantil. La película es sumamente blanca, con toques de humor muy ligeros y con una historia sencilla a más no poder. No se le pide mucho más a una cinta de este tipo, y en este caso tanto Fowler como producción, han hecho el trabajo correcto.
La historia, a pesar de tener la aventura y la comedia como ejes fundamentales, también ahonda en temas un poco más… ¿profundos? Como la ambición o la amistad, pero su trama deja este tipo de reflexiones bastante apartadas, las toca de refilón, pero no está interesada mucho en ellas. Resultaría un poco extraño pedirle a un producto de este tipo algo más de enjundia.
A nivel actoral, la película también cumple con lo que se la exige. Tenemos a un siempre correcto James Marsden, al que este tipo de producciones no le son demasiado ajenas. Pero sin duda el centro se lo lleva Jim Carrey, que interpreta al eterno rival de Sonic, el doctor Robotnik. Carrey, que prácticamente regresa a sus orígenes como actor, le pone el histrionismo y el humor a la película, construyendo un personaje simpático, con algunos diálogos realmente desternillantes (muchos de ellos son cosecha propia de él mismo) y devorando prácticamente cualquier escena en la que aparece.
Sonic. La película a pesar de ser demasiado simple y demasiado… sosa, al menos cumple con el compromiso de ser entretenida y con eso, posiblemente ya sea suficiente para, al menos, echarle un vistazo.