Avalada por una buena recaudación y una polémica innecesaria, llega a las pantallas españolas esta especie de ‘rescue mission’ protagonizada por un Jim Caviezel falto de carisma e intensidad. Pero la culpa no es únicamente de él, sino de un guion tan plano y excesivamente medido que salirse de su hoja de ruta supondría una película mucho más interesante.
Para hablar de Sound of Freedom (Alejandro Monteverde, 2023) hay que liberarse un poco de la polémica que arrastra desde el otro lado del océano. Con un cariz ultracatólico en su producción, donde aparece el nombre de Mel Gibson y la productora Angel, especializada en películas con un corte bastante religioso, esto realmente poco aporta o influye a la cinta, si nos ceñimos a conceptos estrictamente cinematográficos. La interpretación que cada uno quiera hacer, es otro cantar.
Como producto audiovisual, Sound of Freedom aprueba, pero muy justo. A nivel de dirección, la película es muy plana, no hay realmente nada que destaque en ella y posiblemente de no ser por la historia que hay detrás, no pasaría de ser un telefilme con un presupuesto más holgado de lo habitual. Tercera película de Alejandro Monteverde que cuenta con un prácticamente desconocido Rod Barr en su guion. Y no es precisamente éste un fuerte de la película. Todo está demasiado planificado para que no nos cuente nada que no sepamos ya sobre el tema que trata. Un tema como éste requiere un guion más crudo, más intenso, en donde el espectador se conmueva. Aquí no sucede eso.
Podemos decir que, en sus dos horas de metraje, Sound of Freedom se divide en dos actos, claramente diferenciados ya no sólo a nivel de decisión de personajes, sino a nivel de intensidad y género. Una primera hora en donde el drama trata de conmovernos, pero no lo consigue. Y una segunda hora en donde éste, se aleja totalmente de la historia para dar paso a un thriller de acción bastante estándar, que juega con elementos y lugares comunes para una resolución absolutamente previsible desde el minuto uno.
La película no es perfecta, no es una epopeya moralista (no es ni necesario), no es una cinta que remueva conciencias. Expone un tema, planta a los personajes en él a través de subtramas y situaciones ya conocidas, y poco más.
Posiblemente ver algo más allá de todo esto para muchos nos resulte un tanto extraño. Sound of Freedom era necesaria, posiblemente, pero quizá no de esta forma. Sus mecanismos para narrar la historia están bien, pero si su intención es la de ese gran discurso para denunciar algo y que entre todos le pongamos freno, no convence, y es ahí donde no resulta necesaria, sino repetitiva.