Han pasado diez años desde que la empresa de videojuegos Naughty Dog (antiguamente JAM), creadora de éxitos como Crash Bandicoot (1996) o la saga Uncharted (desde el 2007 al 2017), lanzara The Last of Us, una historia apocalíptica que nos sitúa en la Norteamérica sureña, y en donde un cordiceps (un tipo de hongo capaz de ‘controlar’ al ser vivo en el que se hospeda) ha convertido a la humanidad en monstruos (las similitudes con las películas de zombies son inevitables). Seguimos el viaje de Joel y Ellie, ambos desconocidos pero necesitados el uno del otro, por la América destruida.
El enorme éxito cosechado por el videojuego (y su secuela, lanzada en el 2020) han sido el caldo de cultivo para una adaptación a otro mundo audiovisual. Años atrás, Sam Raimi y el propio Neil Druckmann, el padre de la criatura, desarrollaron varios guiones para una película, pero aquello no llegó a buen puerto. Perece que el formato serie (tan de moda con el lanzamiento de las plataformas) debe ser el idóneo para contarnos otros puntos de vista y otras subtramas que, o bien no se incluyeron en los juegos, o bien tratan de ampliarlo.
Esta primera temporada, que consta de nueve episodios, adapta gran parte de lo que sería el primer juego. Y nos referimos a gran parte, porque una de las cosas de las que se aleja esta adaptación es la de incluir ciertos pasajes interesantes, en pro de contar pequeñas subtramas para ampliar la historia… su conjunto.
Quien espere encontrar una serie de acción, puede quitarse esa idea de la cabeza. The Last of Us no es una adaptación ni mucho menos trepidante y tampoco exactamente fiel (aunque tiene partes muy fieles) al videojuego, a nivel visual es otro cantar. Tanto Druckmann como Craig Mazin (guionista de la espléndida Chernobyl) han decidido darle a la serie un tono más dramático, ahondando más en las relaciones de los personajes, en sus lazos, que en la propia acción que conlleva la historia.
La personalidad de Joel, un hombre atormentado, dolido, al que le cuesta relacionarse socialmente (incluso con su hermano), choca con Ellie, una niña demasiado madura para su edad y de la que es fácil encariñarse. Ambos se complementan, ella es la hija que él perdió, y él es el padre que ella nunca tuvo. Dos piezas de un puzle que, completo, crea una de las parejas más emotivas del mundo ‘gamer’.
Aun así, resulta valiente apostar más por el drama que por otra cosa, pero también puede volverse en su contra. Si en el juego siempre planeaba esa sensación desasosegante de amenaza que te hacía temer por los personajes, en la serie todo eso queda diluido y eclipsado por otras cosas y, salvo en un par de ocasiones, los protagonistas apenas sufren problemas o bien con los monstruos o bien con otros personajes. Esta falta de conflictos reales le quita cierto interés a gran parte de la serie, sobre todo en su ecuador, donde adolece de excesivos tiempos muertos y de un ritmo demasiado pausado.
¿Convierte esto a The Last of Us en una mala adaptación? No lo creo, es otro camino que sus creadores han tomado con respecto al juego, pero sí que en ocasiones cuesta continuarla. Quizá con, al menos, una escena de acción en cada episodio, podría haberse solventado esta carencia que, flaco favor hace a la serie. Resulta una muy buena idea el expandir este universo, pero hay que generar conflictos entre el entorno (aquí muy importante) y los personajes, y esto no se ve prácticamente en ningún episodio (¿realmente Joel y Ellie huyen de algo? ¿sufrimos por ellos?).
A nivel de producción no podemos ponerle ninguna pena, capta muy bien la esencia del juego, lo mismo sucede con el reparto, aunque está claro que mera la presencia de Pedro Pascal (el ‘mandaloriano’) logra eclipsar a todos los intérpretes, incluida la joven Bella Ramsey, en un papel que si bien tiene muchos matices de la Ellie del juego, tampoco termina por resultar tan, tan redondo. Aun así, su interpretación, aunque no sea un reflejo demasiado fiel, está bastante bien.
En resumen, buena adaptación, aunque con el lastre del ritmo, unas subtramas que no interesan porque no aportan realmente nada a la trama principal (ni siquiera a esa expansión del “thelastofusverse”), y un buen reparto. Los primeros dos episodios son magníficos. Luego la serie decae en una serie de historias que beben del videojuego (¿perdemos el tiempo?). Afortunadamente los dos últimos episodios de esta temporada consiguen que la cosa remonte.
The Last of Us, sin resultar redonda, es una buena serie, una adaptación bastante aceptable, pero adolece de demasiada contemplación de personajes, algo que la vuelve reiterativa y pesada. Tenemos la sensación de que hay un enorme potencial desaprovechado.
