Habrá que esperar prácticamente un año para poder seguir disfrutando de una de las mejores temporadas que nos ha dado en este infame 2020. The Mandalorian termina su segunda (con un total de ocho episodios también) dejando a toda la audiencia con una sensación, a nivel general, de reconciliación entre lo que muchos esperaban que Disney hiciera con Star Wars y lo que ha resultado haber hecho.
Si bien cuando se trata de tocar las películas, hay una enorme polarización de opiniones, en el caso de The Mandalorian, prácticamente todas ellas se han decantado por una favorable aceptación. Ya pasó con la primera temporada y con esta segunda, tanto los fervientes seguidores como los menos puristas, han conseguido ponerse de acuerdo para volver a erigirla como el mayor acierto de ese universo fantástico que tanto adoran.
Podemos apreciar que en estos ocho nuevos episodios el estilo prácticamente se mantiene intacto, con sus toques pulp, de cine de aventuras, de western, de space opera… no hay prácticamente cambios en ella. Si que bien la serie parece derivar más hacia la acción que hacia la aventura en esencia, pero eso resulta hasta más acertado, quizá. Es una pequeña evolución para mejor, que no hace otra cosa mas que acrecentar la sensación de querer ver el próximo episodio cuando se termina uno.
Con la inestimable y esencial presencia de nombres como Dave Filoni, un absoluto concocedor del universo, y la introducción de personajes tanto del universo expandido también conocido como “canon C”, como del universo televisivo (el llamado “canon T”) o el canon oficial. Así tenemos a Ahsoka Tano, Boba Fett, Bo-Katan, o el mismísimo Bob Fortuna (para verlo hay que esperarse a la escena final post-creditos del episodio 8). Todos ellos personajes que reencuentran tanto a los fans como a los que se han subido al tren relativamente hace poco.
Y es esa conjunción de generaciones la que hace que The Mandalorian sea prácticamente el último producto redondo de la factoría Star Wars (sí, aquí Disney no tienen ningún mérito salvo el de poner el dinero). Favreau y Filoni son los verdaderos artífices de que todo esto salga a las mil maravillas, contando de nuevo con prácticamente los mismos directores de la primera temporada, a quien se les une Peyton Reed (director de Ant-Man y secuela), el actor Carl Weathers o el mismísimo Robert Rodriguez, dirigiendo el episodio sexto de esta temporada, un verdadero «fan service» pero con importancia dentro de la trama principal de la serie.
Esta segunda temporada también tiene multitud de revelaciones, de secretos, de escenas espectaculares (me vienen a la cabeza prácticamente el episodio segundo (o el diez, dentro del cómputo general de la serie), o el penúltimo), un absoluto despliegue de medios que siguen confirmándola como una serie casi redonda. Y digo casi porque adolece, como casi todo producto fantástico de la factoría Disney, de un villano de peso, de los que nos hagan temer por los protagonistas. Aquí realmente en ningún momento sufrimos por ellos, porque no existe un villano al que realmente podamos temer.
La segunda temporada prácticamente mantiene el mismo nivel que la anterior, aunque se supera en varias ocasiones, dando más información, aportando más carga dramática a los personajes (Pedro Pascal está magnífico en los tres últimos episodios), y nos hace pensar que resultará complicado superarla, a pesar de que cierra con un broche de oro su trama principal.
De nuevo, sus artífices han sido capaces de fabricar en un solo producto una conjunción de varias líneas de historias, de varios universos paralelos, han sabido volver a colocar esos elementos por los que aún queda interés en la pequeña pantalla. Una serie que habla sobre el miedo, sobre el compromiso, sobre enfrentarnos a lo que nos persigue… Costará la espera, pero seguramente será al final, cuando veamos que ha merecido la pena.