Martin McDonagh regresa a la cartelera cinco años después de su anterior trabajo, Siete psicópatas, y lo hace además con algunos de los actores de aquella comedia, como Sam Rockwell, Woody Harrelson, Abbie Cornish o el secundario Zeliko Ivanek. No abandona en esta ocasión, el punto cómico, y además se enzarza en una truculenta historia sobre venganzas y sobre la necesidad que tenemos todos de cerrar capítulos en nuestras vidas.
McDonagh lo hace, no solo con un guión casi redondo (algunos momentos resultan un poco forzados), sino con una espléndida actriz, Frances McDormand, cuyo talento absolutamente demostrado hace años, engulle, literalmente, cualquier otro personaje en pantalla.
Tres anuncios en las afueras parece dividida en tres actos, y no precisamente los clásicos a los que estamos acostumbrados. Es como una especie de montaña rusa, en donde las emociones menos profundas nos invaden en un primer tramo con ese toque cómico-rural que McDonagh ha improntado en su guión y que la propia McDormand transmite maravillosamente. Un personaje que no tiene pelos en la lengua, porque no tiene nada que perder. Su vía hacia lo frustrante que resulta no saber quien mató a su hija se materializa en esos tres anuncios de carretera, un ejemplo de lo vergonzosa que es la policía del pueblo y un aviso a navegantes.
Un suceso marca el final de este tramo, y la cinta se vuelve menos cómica, algo más oscura y vira un poco incluso hacia el thriller. Aquí, sin perder protagonismo, la actriz deja paso a Sam Rockwell, que se adueña por completo de un papel caótico, un policía muy confundido con el lugar que ocupa en la vida.
Y es en la tercera parte, la más oscura y dramática, la que une definitivamente a los dos personajes. Rockwell y McDormand tienen momentos memorables y juntos parecen complementarse a la perfección.
Con un ligero regusto al cine de los Coen (comparte con ellos el músico Carter Burwell), Tres anuncios en las afueras también nos deja ese sabor a la América sureña, profunda, muy bien transmitido ya no sólo por los ambientes, sino por los secundarios, que hacen un espléndido trabajo igualmente.
La película es un viaje hacia un episodio que necesita cerrarse, un viaje a la esperanzada de Mildred, un viaje hacia el sitio en el que deben estar las cosas, todo ello con cierto humor y con intensas escenas.
Espléndido ejercicio que McDonagh lleva con destreza, con buen hacer y con un ritmo que poco a poco va ralentizándose, pero que en ningún momento consigue hacernos desconectar de la película o de la historia.
Quizá algunos asuntos los toque de pasada, simplemente como pinceladas, pero habría sido muy buena idea profundizar algo más en ellos (como el tema del racismo en el pueblo). No obstante es un “pero” totalmente pasable si tenemos en cuenta el resto.