La escasa filmografía como director del británico David Slade, tiene a la figura del vampiro como principal protagonista. Tras su debut en el 2005 con la indiferente Hard Candy, Slade ha combinado la producción televisiva-cinematográfica, con la dirección. 30 días de oscuridad, adaptación del cómic de Steve Niles y Ben Templesmith, deja claro que en ocasiones, no es una buena idea adaptar una historia tan sencilla.
Resulta cuando menos chocante que habiéndose involucrado el propio Niles en el guión, éste no sea precisamente el fuerte de la película. Empezando por su narración, muy acelerada en algunos momentos (los 30 días pasan en un suspiro). Realmente hubiera merecido la pena adaptar todas las historias de esta saga de cómics, a una buena serie de televisión. Quizá no ha sido una buena idea el adaptarla.
Además de lo absurdo de su guión (nos preguntaremos multitud de cosas), no cuenta precisamente con un reparto espléndido. Josh Hartnett no es un héroe, por mucho que se nos lo intente vender, y tampoco cuela excesivamente como un sheriff tranquilo. A decir verdad, su aportación a la historia es bastante anodina, y si hubieran colocado a otro actor, quizá la cosa no habría variado demasiado. Ni siquiera la existencia de secundarios con cierto “caché” como Ben Foster o Danny Huston (quizá lo mejor de la cinta) consigue levantarla.
El mejor punto a su favor es sin duda el apartado técnico. Slade y su equipo (no en vano tiene a Sam Raimi en la producción) consiguen crear una muy buena atmósfera donde uno se pregunta constantemente quien estará acechando en la gélida oscuridad de Barrow. A la ambientación, también convendría sumarle el maquillaje (los vampiros son realmente aterradores) y la impecable fotografía de Jo Willems (fichado posteriormente para la saga de Los juegos del hambre), que logra transmitir tanto la angustia de los supervivientes, como las frías temperaturas.
30 días de oscuridad no es precisamente una buena adaptación, y como cinta de terror funciona a medias (uno parece adivinar alguna que otra escena). Slade tenía una buena materia prima, pero el resultado no le ha salido demasiado bien.
La película no decae en cuanto a ritmo, tampoco “molesta” mucho que los personajes sean bastante arquetípicos (policía con pasado turbio, el borracho de turno que luego se sacrificará, la chica del protagonista, el personaje que cree que todo lo sabe…). Una vez más, el guión es su mayor lacra.
Cinta que entretiene pero que si echamos un ojo a la saga de cómics, vemos que podría haber dado mucho más que una sencilla película en donde prima más lo visual que el hecho de intentar ponernos en la piel de los personajes. Lo consigue a veces, pero claro, a base de fórmulas que ya nos tenemos aprendidas.