Casi alejada de un estilo muy personal, Steve Jobs supone una nueva aproximación a una de las personalidades más influyentes de la historia. Bajo la batuta de Danny Boyle y con un sólido guión de Aaron Sorkin (una de las figuras más reputadas dentro de Hollywood), la película nos narra en tres momentos, parte de la vida profesional (mezclada con la personal), de uno de los fundadores de Apple, empresa clave para entender la revolución tecnológica más actual.
Sobre el famoso libro de Walter Isaacson, publicado en el 2011, en el que periodista desvelaba numerosos detalles de la vida personal de Jobs, Boyle ha construido una cinta fría, sobria pero consistente en el contenido. Si que es cierto que quien espere ver un biopic de Jobs, se llevará una decepción, la idea de Boyle/Sorkin nunca fue esa.
Aunque inevitable su comparación con la película Jobs (Joshua Michael Stern, 2013) estrenada antes que ésta, quizá la familiaridad con la que aquella trataba la figura del personaje, no es lo que se busca con esta cinta.
Tanto Sorkin como Boyle, profundizan mucho más en la relación de Jobs con las personas que le rodeaban, en concreto con Steve Wozniak (co-fundador de Apple y compañero de fatigas del protagonista), Joanna Hoffman (responsable de marketing de Apple durante muchos años y mano derecha de Jobs) y John Sculley, CEO de Apple cuando Jobs fue despedido en 1985, nombres que sin duda son familiares para aquellos que siempre se han interesado por la empresa de Cupertino.
Kate Winslet da vida a Hoffman, en un papel quizá con una importancia sublime. Su interpretación es más que correcta, enfrentándose a Jobs en cualquier momento. La película incluso deja caer que ella influyó notablemente en la vida personal de su jefe.
Para interpretar a John Sculley, tenemos a Jeff Daniels, el versátil actor es capaz de hacerte pasar de la lágrima a la risa y la emoción. Aunque su interpretación no es excesivamente notable, resulta inevitable no hablar de él.
Pero donde Steve Jobs se centra, y quizá demasiado, es en el trasfondo del propio personaje. Planteado en un principio de forma espléndida (su meticulosidad, su tenacidad e incluso cierto carácter déspota), poco a poco su figura parece desgranarse gracias a la presencia de Lisa, la hija a la que Jobs nunca aceptó y que aquí cobra un papel muy importante.
Y es que tras ver Steve Jobs, uno tiene la sensación de que la película en realidad trata de un padre y de una hija que siempre quiso que estuviera ahí. Habla de la necesidad de tener a alguien apoyando, a pesar de todo lo que Jobs exponía en sus discursos (muy bien “desmontado” en el tramo final por su propia hija, con la idea de la famosa frase “Think different”). Resulta, tras ver la película, incoherente su forma de pensar.
Steve Jobs obliga a postularse, sí, pero también nos da una visión sobre lo que hay detrás de la figura del CEO (espléndidamente interpretada por Michael Fassbender). La presentación de Lisa, la presentación del Cubo de NEXT y la presentación del primer iMac, son los momentos elegidos para desgranar el proceso evolutivo del propio Jobs, que a tenor de lo visto, nunca dejaba nada al azar.
Una cinta densa, exigente con el espectador, pero fría y que no termina de transmitir lo que realmente debería. Aunque cuenta con un buen guión, Boyle no parece haber sabido manejar bien las cuerdas, y la película termina casi apresuradamente con ganas de emocionar. Pero no lo consigue en ningún momento.