Después de terminar su particular trilogía de El protegido (2000), Múltiple (2016) y Glass (Cristal) (2019), el indio de Puducherry parece haber vuelto a sus orígenes con un relato sobre el paso del tiempo, sobre las decisiones… Tomando como base material ya existente (es la segunda vez que lo hace), Shyamalan construye una historia que atrapa, sí, nos mantiene atentos, pero yerra en su forma, una especie de experimento que puede resultar un tanto pretencioso.
La premisa de la novela gráfica del francés Piere-Oscar Lévy y el suizo Frederik Peeters, Castillos de arena, sirve como base a Shyamalan para construir un relato que parece estar hecho a medida de su cine. En el fondo Tiempo es también una película que, de alguna manera, lo devuelve un poco a sus orígenes como contador de historias.
Como en casi todo su cine, cuesta hablar de una de sus películas sin desvelar algún dato importante o estropear la trama, por lo que es bastante recomendable ir a verla sin saber prácticamente nada de ella, simplemente su premisa, que ya es más que suficiente atractivo para mostrar cierto interés.
Shyamalan nos habla, precisamente, del tiempo. Esa cárcel para el ser humano, que nunca llega ni llegará a comprender. Shyamalan nos cambia la vida, que es un ir y venir de acontecimientos (como las olas del mar), que es un grupo de “fotos” bonitas, de paisajes fascinantes; por una playa extraña, en donde aparte de que resulta imposible escapar, posiblemente no nos importaría quedarnos en ella, por su tranquilad y belleza. La playa es la vida, y el tiempo… es algo que no podemos cambiar.
Una vez situados en contexto, el director empieza a colocar personajes. Shyamalan no es de meter algunos de relleno, todos y cada uno de ellos tiene un papel, una función, un porqué. Y son precisamente éstos, los que nos permiten tocar más de un palo de la historia. El racismo, el egocentrismo, el miedo, el dolor, el egoísmo… en el fondo, como en la vida, los personajes, los seres humanos, son meras herramientas para llegar a un fin. Al margen de toda esta filosofía/metáforas, la cinta una vez vista es bastante contemporánea, y cuando digo contemporánea, me refiero a hace un año como mucho. Y aquí me remito al párrafo cuarto.
Pero quizá una de las mayores pegas que le veo es su forma. Y es que el director ha optado por utilizar bastantes planos secuencias (escenas en donde prácticamente no hay cortes de montaje) con la intención de que el espectador tenga la sensación en todo momento de que el tiempo es real, de que pasan muchas cosas a la vez, de tratar de ¿confundir? al espectador, de que todo pasa o está pasando de forma real, sin elipsis de por medio. Es un truco un poco… manido, y él lo sabe, pero se le perdona.
Shyamalan sabe muy bien como usar recursos, y aquí lo vuelve a demostrar con escenas en donde la acción pasa fuera de imagen, pero somos conscientes de su importancia/impacto a través de la mirada o reacción de los personajes (aquí Spielberg es un maestro); algún que otro montaje en paralelo, por ejemplo… No es una película que tenga demasiadas virguerías en este aspecto, pero si que su pretenciosidad a nivel de realización, saca de la historia muchas veces. No era necesaria tanta ¿experimentación? para contarnos la historia, habría valido igualmente con algo más sencillo.
Tampoco ayuda a que el reparto sea un plus. Hay nombres, hay rostros que aportan bastante, pero en general, las interpretaciones se muestran un poco impostadas en muchas de las escenas, poco creíbles o simplemente faltas de alma. Podríamos salvar algunos nombres, pero en su conjunto, no es una película que destaque precisamente por tener una buena dirección de actores.
Tiempo no resulta una película fallida, porque no lo es (su historia y su intrahistoria son bastante interesantes), pero su técnica le ha jugado una mala pasada y lo que podría haberle salido redondo, se ha quedado en una especie de ejercicio fílmico cuasi experimental, que puede confundir al espectador.