Segunda colaboración entre el realizador madrileño y el actor malagueño Antonio de la Torre, tras la magnífica Que Dios nos perdone (2016). En esta ocasión, Sorogoyen toma la realidad como base, concretamente la corrupción en la política española, para desgranarla y contarnos la historia de un hombre y su caída desde el poder.
Hay un adjetivo que, por lo general, se suele aplicar al cine de Rodrigo Sorogoyen, y es intensidad. Como en muchas de sus otras cintas, El reino (2018) es una película que va de menos a más, como sucede en los casos de corrupción real. Primero hay pesquisas, luego poco a poco se va destramando todo, hasta que los hechos, ya incontrolados, llegan hasta los medios y la opinión pública. Es el momento de sacar a relucir nuestra capacidad de supervivencia. Y es que la película también habla de cómo sobrevivimos en nuestra sociedad.
Un retrato que, lamentablemente, refleja una época actual (a pesar de que la acción se desarrolla en el 2008), en donde el poderoso campa a sus anchas en el vasto territorio de la malversación y la apropiación indebida, siempre con el mísero y único propósito del enriquecimiento personal, sin importar quien esté debajo. Y casualmente, cuando todo se da la vuelva, es cuando se pone del otro lado. Resulta interesante como Sorogoyen construye la historia desde los dos puntos de vista.
La película es un viaje a los infiernos del protagonista, un siempre espléndido Antonio de la Torre. Un viaje que comienza desde el cielo de la buena vida y termina casi en el purgatorio. Sorogoyen, acostumbrado a trabajar con Isabel Peña, con la que colabora prácticamente siempre en los guiones, ha elaborado una historia de personajes desesperados, cardíacos, casi al borde la histeria. Personajes que son capaces de pisotear o de traicionar a cualquiera, con tal de salvar su propio trasero.
Si hablamos de Antonio de la Torre, es hablar de uno de los mejores actores españoles del momento. Aquí da vida a Manuel, un hombre decidido a no caer solo, dispuesto a lo que sea. Todo ello con una presencia potente en pantalla. Sin duda es una de las mejores interpretaciones del actor. Lo arropan secundarios que igualmente, dan la talla en todo momento.
Al igual que ha hecho en la miniserie Antidisturbios, la cámara sigue a ras de suelo a los personajes, se mueve con ellos, a toda velocidad a veces, pero siempre jugando con las distancias cortas, pegados a ellos. En este sentido, el director siempre se ha mostrado muy a favor de tener siempre la cámara cerca de sus creaciones, con la intención de dar una sensación de desasosiego.
El reino es una película muy recomendable, con unas muy buenas interpretaciones, toca bastantes palos, saca lo más deleznable del ser humano y sabe perfectamente de lo que habla. Se toma muy en serio y a pesar de que ciertas situaciones puedan resultar un poco hilarantes, desgraciadamente la vida es así.