Han pasado trece años desde el estreno de Avatar (James Cameron, 2009) y su director prácticamente se ha dedicado en cuerpo y alma a desarrollar la producción de las secuelas. La primera nos llega ahora, la siguiente en el 2024, y las restantes cada dos años, hasta hacer un total de cinco películas. Toda una epopeya para un director que se ha ganado el respeto de una gran parte del público, y cuya aportación al cine es y será, indiscutible.
No hay duda que el lanzamiento de Avatar (a día de hoy la película más taquillera de la historia con casi tres mil millones de dólares recaudados en todo el mundo desde su estreno) supuso un nuevo empujón al espectáculo cinematográfico, sobre todo a nivel audiovisual, una nueva forma de ver el cine. Ganadora de tres Oscar (fotografía, efectos especiales y dirección de arte) ya se la considera como un clásico. Su secuela, con el añadido de «El sentido del agua», viene un poco a expandir este universo, pero de nuevo Cameron falla un poco en la historia. Hay matices, hay cosas buenas en ella, pero como era de esperar todo se diluye entre un apabullante espectáculo visual.
Vaya por delante que estamos ante una película extensa (más de tres horas de duración) y que, en su conjunto, mantiene algunos elementos de su anterior entrega. Es más, se permite el lujo (o no, según se mire) de reciclar momentos e ideas de la primera película, adaptarlos y reinventarse. Flaco favor para Cameron, pero aun así nos permite conocer más sobre su particular universo cinematográfico. A nivel de historia, la película ahonda en aspectos más humanos y no tan espirituales como hacía la anterior. Aquí sin duda la familia es el eje de toda la historia. Avatar: El sentido del agua toca otros muchos temas también, como la necesidad de encajar en un grupo o lo peligroso que resulta a veces ser “uno más”, los miedos personales… temas bastante universales, sí, no se han comido mucho la cabeza.
Cameron vuelve a dejarnos a la ecología como asignatura en esta película, donde el elemento naturaleza tiene mucha más importancia que en la anterior. El director nunca ha rehuido en algunas de sus películas, de su preocupación por el medio ambiente. Ya lo demostró en la primera y aquí no va a ser menos. A pesar de las imperfecciones de guion, la cinta se sigue bastante bien y una vez dentro de ella uno no puede resistirse a admirar todo lo creado, todo lo que ve. La capacidad de Cameron para asombrar a través de un universo tan colorista, naturista e hipnótico que no deja indiferente. Podría parecer que su duración es un lastre y quizá no sea una película apta para todo el mundo (sobre todo en su tramo central).
Recicla ideas, elementos… todo lo que queramos, pero es una película bastante honesta, da lo que promete, sobre todo en su último tramo de casi una hora. Asistimos a un despliegue audiovisual realmente abrumador. El director sabe perfectamente cómo rodar escenas de acción, y aquí ayudado por herramientas de última tecnología, compone un desenlace vertiginoso y hasta recargado, absolutamente agradecido para el espectador que ha estado esperando durante toda la película. Sumemos a todo esto una contundente banda sonora de Simon Franglen, que ha tenido la ardua tarea de continuar la composición que el finado James Horner dejó como legado, aprovechando los temas principales, y enfatizando los matices (cánticos, uso de instrumentos tribales, coros…). Dota a toda la película de cierto organismo musical, hay momentos en los que la música enfatiza muy bien tanto a la acción como al drama.
Avatar: El sentido del agua es una película que, sin duda, hay que disfrutar en una sala de cine y, a ser posible, en su versión 3D. Ya consiguió una inmersión sin precedentes la primera y esta segunda tiene momentos que superan esa técnica, sumergiéndonos literalmente en la historia, en los océanos de Pandora. Si en la anterior el bosque conseguía que casi pudiéramos tocar las hojas, aquí podemos hacer lo mismo con el agua.
La familia o el dolor se dan la mano en una historia que, sin aportar demasiadas cosas nuevas (insisto en que recicla algunas de la anterior) sigue teniendo algo que contarnos. Sólo esperamos que no estiren demasiado el chicle y que las secuelas tengan muchas más cosas que aportar.