Statham vuelve a la carga y eso, para los fans de la acción, siempre es una buena noticia. Después de haber despachado a tiburón gigante en Megalodón 2: La fosa (Ben Wheatley, 2023) ahora se dedicará a impartir justicia cual John Wick o Bryan Mills en una cinta de acción bastante común y con pocas cosas que destacar.
Dirige la película David Ayer (Champaign, Illinois, 1968) realizador cuyas cintas siempre navegan entre el drama, el thriller y la acción, aunque en general siempre con esta última como elemento de mayor presencia. Suyos son títulos como Sin tregua (2012), Corazones de acero (2014) o Escuadrón suicida (2016). Ayer, en esta película, no se anda con rodeos y ofrece lo que promete, acción y nada más. Escribe la historia Kurt Wimmer, guionista de varios ‘remakes’ y director ocasional (afortunadamente eso, ocasional). Curiosamente, de lo mejor de Wimmer, Equilibrium (2002) nunca la vimos en cines españoles, aunque sí existe un doblaje en castellano.
Statham es uno de los actores más honestos que pueblan Hollywood hoy en día. Sabe que sus fans quieren verle repartir mamporros y eso es lo que mejor sabe hacer. Su paso por la saga de Los mercenarios le dio más peso dentro del género, incluso se convirtió prácticamente en más protagonista que Stallone en la cuarta entrega, Los Mercen4rios. A Statham no le veremos disertar sobre la vida o sobre el universo, no es lo que se le da mejor. Beekeeper: El protector es una película igual de honesta que él, promete verlo impartiendo su justicia, y eso es lo que vamos a ver.
¿Hay algo destacable en ella? No mucho. Ayer se ha decantado por un estilo y ritmo rápidos, ágiles (recuerdan un poco a las producciones de poco presupuesto de los noventa), con escenas de acción solventes, poca censura y con la violencia esperada. Si en algún momento la película trata de emocionarnos con algún drama… lo sentimos, pero no lo consigue. Aquí se trata de parar a los que se aprovechan de los débiles, un mensaje que queda bastante claro.
La trama deambula correctamente, y los personajes tampoco es que necesiten demasiada profundidad. Wimmer, que nunca ha sido un guionista excelso, aprovecha lo fácil y se marca elementos muy básicos y fáciles de comprender para que la película no permita hacernos pensar demasiado. Otro punto más sobre la honestidad de este producto, que bien podría estrenarse en una plataforma y todos tan tranquilos.
No se puede extraer mucho más de este enjambre de peleas, personajes casi paródicos, un héroe lleno de clichés, y escenas de acción sencillamente correctas. A esto, le añadimos unos toques de algunas frases lapidarias y tenemos un producto hecho para hacer taquilla, eso sí, tal y como están los tiempos, no creo que arrase.
