James Cameron se ha dejado llevar por su pasión submarina y se ha hecho con la producción de El Santuario (Sanctum), película que fusiona acción y drama dentro de la coctelera, de una coctelera en tres dimensiones. Los resultados ciertamente no son nada sorprendentes. No sólo fue Titanic lo que le llevó a sentir auténtica pasión a James Cameron. Anteriormente con Abyss y tras el hundimiento del trasatlántico con sus dos películas documentales Misterios del Titanic (2003) y la inèdita en España Aliens of the Deep (James Cameron y Steven Quale, 2005) (junto un equipo de la NASA), dejaron claro que el mar iba a permanecer en la obra del realizador durante unos años. El Santuario (Sanctum) aunque no profundiza nada sobre los océanos si que tiene su gusto por la naturaleza.
Lo que en un principio pueda costarle a El Santuario (Sanctum) arrancar luego parece que se deja hacer solo el resto de la película. Quizá su principal “pero” (si es que somos de los que nos conformamos con cualquier cosa) es su inicio, lento y demasiado alargado en presentaciones que luego no aportarán nada a la historia, prevenimos se antoja bastante previsible.
La película no responde a ningún alegado pro-medio ambiente ni nada por el estilo. Se nota la mano de Cameron, eso está claro y seguramente haya metido alguna que otra idea suya, pero sobre todo es una cinta de aventuras con algunos atisbos de drama paterno-filial, aspectos quizá algo forzados en la historia. Bien es cierto que la escasa experiencia de Grierson (estamos ante su segundo largometraje) se deja también aparte gracias a un apoyo considerable del propio Cameron.
A nivel técnico, El Santuario (Sanctum) aprovecha correctamente su factura en 3D. Planos aéreos, juegos con diversos planos de imagen, algunas posiciones de los actores… elementos fáciles de explotar con esta técnica visual, sin duda. No cuenta con espectaculares efectos digitales, y algo que se agradece es su forma. No abusa demasiado de recargas, de excesivas interpretaciones y tampoco de momentos lacrimógenos (que también los hay). En este sentido es una película bastante directa, no divaga (hasta que comienza lo bueno, claro) y hasta te puede enganchar.
Falta de ese interés que podría tener recae quizá en un reparto bastante débil. Poblado prácticamente por secundarios (sí, incluimos a Richard Roxburgh (Moulin Rouge (Baz Luhrman, 2001))), no explota demasiado los personajes, salvo los dos principales, cuya relación a lo largo de la película va cambiando hasta volverse prácticamente como debería ser la de un padre y su hijo. Grierson se centra en ellos y parece dar de lado otros aspectos interpretativos, como el poder contar con Ioan Gruffudd (Los 4 Fantásticos (Tim Story, 2005)), actor que a pesar de prodigarse poco, suele ser bastante eficaz en sus papeles. En general muchos de ellos provocarán cierto pasotismo en el patio de butacas.
El Santuario (Sanctum) es correcta, sí, pero falta de imaginación. La mayoría de sus escenas, todas ellas “set pieces” de aventuras y poco interesantes, parecen plantearse con la idea de ir quitándose personajes poco a poco, lo que genera un juego de adivinanzas entre el público. Sí caemos en esa tónica, estaremos perdidos y la película terminará quedando en el olvido. Es una cinta que, desgraciadamente, ha fallado en su propuesta original ya que no inventa o renueva nada. Títulos como The Descent (Neil Marshall, 2005) o La caverna maldita (Bruce Hunt, 2005), estaban antes que ella, y aunque exploten más el lado fantástico, no dejan de ser el mismo perro con distinto collar.