Tercera entrega de la saga que arrancase allá por el 2013 con la primera cinta que dirigiese James Wan, principal artífice de crear esta especie de “Warrenverse” en donde además de saber del matrimonio protagonista, también hemos conocido otras historias como La monja (Corin Hardy, 2018), La Llorona (Michael Chaves, 2019) o la saga de la muñeca Annabelle.
Mientras Wan esta inmerso en la producción de su próximo proyecto, Malignant, la dirección de Expediente Warren: Obligado por el diablo corre a cargo de Michael Chaves, familiarizado con el género tras su paso por este particular universo de terror con la cinta La Llorona. A pesar del resultado tan flojo que supuso aquella historia y aquella producción, resulta sorprendente el cambio que Chaves ha dado con esta película, dotándola de bastante más interés que aquella, aunque es más que probable que parte del mérito de este giro a mejor sea de los guionistas.
Y es que en esta tercera entrega el terror deja paso al suspense, al thriller, al misterio. Es quizá uno de los cambios más significativos de la saga, la apuesta por un cine menos tópico, posiblemente, y más próximo a personajes de los que poder contar algo. Es un giro que se agradece y bastante, dado el resultado de las películas de terror que últimamente se están haciendo, en donde prima más el espectáculo que los propios personajes y sus acciones.
Los guionista y Chaves se han adentrado algo más en el mundo de los Warren, dotándoles de más importancia, de más información, con un caso más para resolver y que, gracias a este giro, permite al espectador formar parte de él y no ser un mero espectador, como pasaba en las anteriores entregas.
Volvemos a ver la importancia de la figura de Lorraine dentro de la historia, con un protagonismo siempre efectivo de Vera Farmiga. Si en las anteriores entregas su personaje se ceñía más a la imagen de madre protectora, aquí por lógica (la hija de los Warren ya es adolescente) el papel queda un tanto difuminado y da paso a la faceta como esposa. Una visión que ya se dejaba ver en las otras entregas, pero que quizá quedaba algo difuminada.
Y es que para los Warren el amor es su fortaleza, lo que los mantiene unidos siempre. Un mensaje que, a pesar de resultar un tanto sensiblero, en el fondo es toda una declaración.
Cabe destacar igualmente la verosimilitud del desarrollo de la historia, con los protagonistas volviendo a enfrentarse a situaciones críticas (el más que interesante arranque es todo un homenaje a El exorcista (William Friedkin, 1973) pero sin perder ese toque humano que hace que estén más próximos a antihéroes que a ídolos del género.
Si olvidar lo imperfecto de su guion (hay puntos clave que no están muy bien explicados) y lo mal explotado que está el villano de la función, la cinta supondrá cierta decepción para los que esperan una superación con respecto a Expediente Warren: El caso Enfield (James Wan, 2016), pues aquí hay bastantes menos sobresaltos y la historia se muestra más tranquila, más relajada.
Una película bastante entretenida, que tira por otra senda más atractiva y que, sin perder cierta esencia, realiza un quiebro que, desde luego, incita a que todo siga por allí.