A finales de los noventa, en 1997 se lanza el videojuego Fallout, ambientado en un mundo apocalíptico, en donde las bombas nucleares han terminado con prácticamente toda la humanidad. Al año siguiente lanzan la segunda parte y así durante varios años, generando una comunidad de seguidores en todo el mundo. Lo goloso de la propuesta no se le podía escapar a nadie y el listo de Jonathan Nolan (el pequeño de los Nolan) se ha encargado de trasladarla a la pequeña pantalla.
Lo primero que llama poderosamente la atención de esta temporada o este primer contacto con Fallout es su calidad audiovisual. Es una serie con una imagen poderosa, unos efectos digitales y prácticos con mucha solvencia y calidad y, en general, destila buen hacer y un mimo incontestable hacia el universo de estos videojuegos. Se ha trasladado muy bien en imagen real, la estética tan característica de estos videojuegos.
La serie se desarrolla con muy buen ritmo, con episodios ágiles en donde pasan bastantes cosas (cuesta hoy en día encontrar una serie que tenga esto), donde apenas hay relleno y en donde prácticamente todo aporta a la historia y a la trama. Usando los ‘flashbacks’ como forma para contarnos la historia de algunos personajes (como lo hacía Perdidos), Fallout va construyendo poco a poco personajes y trama.
Como hemos dicho, la serie destila amor por la saga. Hay multitud de pequeños detalles que nos remiten al juego, a su mundo. Conceptos, nombres e incluso algunas situaciones servirán de guiño para aquellos que han jugado a los videojuegos. Pero no hay que olvidar que, aun siendo un neófito en el Yermo, la serie se sigue perfectamente y tampoco es necesario tener un conocimiento amplio sobre el mundo Fallout.
La trama se ramifica en cuatro ramas que, en el fondo, todas confluyen en una sola. Ella Purnell (a quien vimos en Ejército de los muertos (Zack Snyder, 2021)) se encarga de protagonizar la serie. Un personaje que destila ingenuidad y “buenismo” y que poco a poco se va dando cuenta del mundo en el que vive y no tiene más remedio que amoldarse a él, sobrevivir.
Por otro lado tenemos la magnífica interpretación de Walton Goggins, en el papel de un necrófago. Un personaje que rebosa carisma y que con cada aparición nos saca incluso una pequeña sonrisa.
El actor Aaron Moten da vida a Maximus, un miembro de esa especie de ejército «alternativo» llamado la Hermandad del Acero. Maximus también se debe amoldar al mundo que le rodea y perseguir sus sueños. Un doble objetivo que, en muchos momentos, le pondrá entre la espada y la pared.
Y la cuarta subtrama se refiere a la que protagoniza el actor Moises Arias, que da vida al hermano de la protagonista. Esta trama quizá sea la más interesante, con una mezcla entre suspense e intriga que nos irá descubriendo poco a poco que hay detrás de todos los supervivientes que se refugian en los búnkeres.
Como hemos comentado antes, los puntos de humor también forman parte del mundo Fallout. Ya en los juegos existía este ingrediente que, a modo de pausa o de distensor, permite mantener un interesante equilibrio en toda la serie. No vamos a partirnos de risa, pero si que sonreiremos en varias ocasiones.
Fallout, en su primera temporada, es una serie gamberra, violenta, con toques de humor (un poco negro), con un mimo a los juegos absolutamente maravilloso, y con unos personajes con los que resulta muy fácil encariñarse. La trama se sigue muy bien, es ágil y para nada se hace pesada.