Tras el moderado éxito de Ángeles y Demonios (Ron Howard, 2009), parecía que el tirón por las adaptaciones de Dan Brown había tocado cierto techo. Ahora con el estreno de Inferno, Howard retoma el personaje creado por Brown, en una cinta que sigue lastrando los mismos defectos que las anteriores.
Inferno es la tercera entrega en la que el director vuelve a colaborar con Hanks como Robert Langdom, y en la que el personaje quizá adquiere un protagonismo menos pronunciado, a pesar de lo innegable de su presencia.
La novela Inferno (publicada hace tres años), juega con la iconografía de la obra de Dante, La divina comedia. Tanto el guionista David Koepp como el director, han intentando jugar igualmente con ello, proponiendo que la carrera de Langdom se desarrolle en tres fases, en la que deberá sortear una serie de acertijos.
Como se puede ver, la fórmula que Brown ha repetido en sus novelas, se traslada a la acción cinematográfica, aunque aquí hay que añadir que hay menos enigmas y Langdom debe acudir más a su lógica. En este sentido, Inferno está algo más próxima a Ángeles y Demonios, pero alejada (afortunadamente) de El código Da Vinci (Ron Howard, 2006).
Pero igualmente, la fórmula sigue siendo la misma. Inferno está muy acomodada a su origen, está tan preocupada de que todo encaje que apenas deja hueco para sorpresas, algo de lo que adolecen el resto de títulos de la ¿saga? Langdom.
Aún así, hemos de ser algo comprensivos y tomar a Inferno como un producto de entretenimiento, que si cambiásemos el personaje principal por otro, la cosa no cambiaría demasiado, incluso la trama es digna de alguna cinta de James Bond.
El reparto está correcto, aunque notamos a Hanks algo fatigado del personaje, como si supiera de memoria cómo va a reaccionar. El resto de secundarios, cumplen con las exigencias.
Koepp, guionista bastante flojo aunque eficiente salvador de desaguisados, no propone nada realmente nuevo, sino que gracias a la base y a saber cómo es el/los personajes, deja el resto a la máquina de hacer guiones, así todo resulta bastante artificial.
Howard ya no es el Howard de hace años e Inferno es una muestra más de lo impersonal que se ha vuelto su cine, de lo absolutamente mundano y corriente que se ha convertido prácticamente todo lo que toca. Ya acomodado en las virtudes y tara de la industria, quizá algún día consiga redimirse y nos vuelva a dejar títulos realmente interesantes y dignos de su carrera.
Tras una incesante persecución por media Italia, el resultado (desenlace) de todo, queda en una pobre escena, con escasa fuerza, donde sabes perfectamente cómo va a terminar, es igual que hacer creer que se van a cargar a Langdom a los diez minutos de película ¿realmente es necesario?
Para poder disfrutarla, es importante caer en su juego, no tomársela nada en serio y dejar que el entretenimiento nos invada. Apartarse de prejuicios, de buena o mala adaptación (a tenor de lo visto parece que no se parece demasiado), para, al menos pasar el rato, que a fin de cuentas es para lo que sirve la película.