El director danés Thomas Vinterberg factura una película muy sobria y, en ocasiones algo dura. Vinterberg, que no parece cesar en su empeño en analizar aspectos cotidianos desde puntos de vista muy personales (no, no es el caso), aquí hace un buen ejercicio cinematográfico con una película muy bien rodada y narrada.
La caza toca un tema tan escabroso como actual (desgraciadamente). No hace falta postularse por lo que la mitad de su ejercicio está prácticamente hecha, salvo que sea necesario indagar más en el asunto, algo que a Vinterberg no le interesa, huyendo del morbo o de lo explícito (vaya por delante que tampoco es lo que quiere y que la película no se centra en eso, unicamente).
Su estricto guión, perfectamente estructura en tres actos, demuestra la solidez de la película y de su estructura narrativa. Una lástima que su desenlace/final no parezca estar a la altura del resto, resolviendo todo en un abrir y cerrar de ojos, que nos deja con una sensación bastante mala. ¿Tanto para ésto?
Si hay algo que debamos alabar en La caza, sin duda es su reparto. Ya no sólo por tener a Mads Mikkelsen como protagonista, en un retrato sorprendente de un hombre normal, sino el resto de secundarios, que representan con eficacia y serenidad, las reacciones de sus personajes, muy próximas a la realidad. En ese aspecto, el tratamiento de los personajes es bastante bueno.
La caza plantea una historia muy interesante, aunque realmente parece servir de base para lo que realmente quiere contar Vinterberg, cómo se transforma el ser humano ante situaciones concretas. Ya no es el “porqué” sino el “cómo”. Vinterberg apunta muy alto con esta película, quizá la más rememorada de su filmografía.
Mención especial el apartado técnico. La sobria música (básicamente acompaña con un piano la soledad de Lucas) y la fría fotografía de Charlotte Bruus Christensen (que ya trabajó con Vinterberg en Submarino (2010) aportan al mundo de su protagonista, más aislamiento.