Cuando hablamos de películas herederas o deudoras de otras, no cuesta encontrar similitudes o elementos que nos resultan familiares. Podríamos achacarlo a falta de originalidad, o quizá simples y sencillos homenajes. La película Leviathan: El demonio del abismo (George P. Cosmatos, 1989) es un claro ejemplo de pastiche de varias cintas coetáneas en el tiempo como La cosa (John Carpenter, 1982) o Aliens: El regreso (1986).
Con apenas diez películas como director, la carrera del italiano George P. Cosmatos (padre del director Panos Cosmatos) fue bastante variada, pero se desarrolló sobre todo en el terreno de la acción y la ciencia ficción. Leviathan: El demonio del abismo puede que sea su cinta menos intensa, pero no hay duda de que a pesar de beber de historias ya vistas y de resultar una especie de reciclaje de ideas, el entretenimiento está asegurado. No en vanos, posteriormente algunas películas surgieron de ella como si fueran meras copias (Profundidad seis (Sean S. Cunningham, 1989)).
Hay dos cosas que llaman poderosamente la atención de esta película. La primera de ellas es su reparto. No cuenta con grandes estrellas, pero si con nombres de peso que le dan a la cinta cierto empaque de superproducción. Richard Crenna (posiblemente el más destacable de todos), Peter Weller (que venía de protagonizar RoboCop (Paul Verhoeven, 1987), Amanda Pays, Hector Elizondo, Daniel Stern (que venía de trabajar a las órdenes de Woody Allen o Robert Redford) y Ernie Hudson (uno de los Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984), conformaban el tronco principal de un reparto que, a pesar de tener personajes demasiado estereotipados, lograba generar buen rollo y hasta incluso simpatía. No había duda de que se intentaba lo mismo que James Cameron logró con los militares de Aliens: El regreso.
Por otro lado, el nivel técnico de la película también resulta sorprendente. Tenemos a los magos de los Stan Winston Studios en cuanto al diseño de la criatura (una especie de La cosa marina), con escenarios muy bien hechos, buena ambientación (tenemos al espectacular Jerry Goldsmith en la banda sonora)… todo ello para favorecer la inmersión dentro de la historia. No olvidemos que la película tiene al guionista de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).
Si bien la película no pretende ahondar en temas trascendentales, consigue un cine de entretenimiento que tontea un poco con la serie B sin llegar a resultar extremadamente cutre y pobre.
Como hemos comentado, no hay duda de que esta película bebía de títulos ya estrenados. A pesar de reciclar ideas, su taquilla no resulta demasiado buena (teniendo en cuenta que el presupuesto de la película rondaba los 25 millones de dólares). Hablamos del año del estreno de taquillazos como Batman (Tim Burton, 1989), o Indiana Jones y la última cruzada (Steven Spielberg, 1989).