Dura reflexión la que hace la directora Chloè Zhao en su tercer largometraje, una aproximación, casi en tono documental, sobre las consecuencias de una crisis, sobre el dolor de la pérdida del amor, sobre la necesidad de subsistir. Y es que Nomadland (Chloé Zhao, 2020) a pesar de tocar varios temas, resulta una cinta completa y con la que, en muchos momentos, cuesta conectar.
Si hablamos de Nomadland desde fuera hacia dentro, habría que empezar hablando sobre su realización. Sencilla, en ocasiones minimalista, pero con muy buen gusto. Su directora, que a su vez se ha encargado del montaje y del guion, coloca la cámara muy cerca del personaje principal, para que nos sintamos más cercanos a él. Además, puntualiza en ocasiones, con detalles, planos que retratan la cotidianidad… la sencillez, muchas veces, esconde más de lo que parece.
En un siguiente plano podríamos hablar de los personajes. A pesar de que la película tiene a Fern como absoluta protagonista, resulta curioso la variedad de personajes que la acompañan durante su travesía. Y aquí habría que hacer un pequeño inciso porque cuesta entender el fin al que pretende llegar el personaje de Frances McDormand.

Puedo comprar cierto desánimo, puedo comprar que exista en ella pena, que exista dolor que existan unas cuantas sensaciones y muy pocas buenas. Pero uno no termina de entender cual es que fin o el propósito de este personaje. ¿Dónde quiere ir? ¿Simplemente quiere dar vueltas por el país? ¿Por qué? ¿Con que motivo? Demasiadas preguntas a las que uno no encuentra respuesta.
Es un vacío que deja al espectador, en ocasiones, bastante colgado. No termina de comprender la actitud de ella, una verdadera alma libre. De acuerdo, pero… ¿no hay más?
En cuanto a intérpretes, McDormand está bastante bien, aunque es un personaje más de acciones que de palabras, y podría cansar el hecho de que su rol se pase muchos minutos en la película sentada, o de pie, mirando al infinito sin decir ni una sola palabra. Es algo que posiblemente algunos no estén de acuerdo en aceptar.
Pero al margen de estos detalles “por fuera”, el retrato de “anti-sueño” americano que Zhao se marca, sin duda es estimable. La tierra de las promesas, la tierra de los valientes… todo queda en eternas jornadas de carretera hacia… no se sabe donde, queda en pequeños trabajos de meses o semanas, de personas a las que, posiblemente, no vuelvas a ver más en tu vida. Y todo para llevar una vida nómada, sin ataduras, diferente.
Nomadland es un cine distinto, es una película que cuesta verla (también tiene un ritmo pausado), que se toma su tiempo, y que relata de forma muy buena, el viaje interior de esta mujer, que sigue pensando que atarse a un pasado o a un hogar, no es un modo de vida.