Primera película del dúo de directores de origen danés Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm que llevan tras sus espaldas una carrera en televisión y cortometrajes lo suficientemente amplia (tampoco vamos a exagerar) como para decidir dar el salto a su primer largo. Y lo hacen bastante bien, con un thriller policial en donde prima la acción y el drama, siempre con una crítica social debajo de toda la historia.
Que una película de este tipo se estrene ahora, con la resaca del caso George Floyd, no parece casualidad, y es que el detonante de la trama tiene bastantes similitudes con el caso de hombre de Powderhorn. Un interesante paralelismo con la realidad que parece haber pillado por sorpresa a una película tan intensa como es Shorta. El peso de la ley (2020). Un sutil retrato de la sociedad actual a través de la visión, prácticamente única, de dos agentes de la ley que se meten de repente en esta espiral de violencia y odio de la que necesitan salir vivos para seguir impartiendo justicia por las calles.
El guion, escrito por los mismos directores no se postula, a pesar de lo evidente de la propuesta. Y no lo hace porque la película siempre está del lado de la policía, pero porque también es la posición más cómoda para contarla. Lo cierto es que es una historia que no da para bandos, es demasiado evidente y por ello no necesita de demasiados giros para dejarnos ver sus intenciones. Tampoco es una película que se postule desde un punto de vista reivindicativo, eso nos los deja a nuestra elección… también bastante obvio.
La propuesta Shorta. El peso de la ley (el término árabe ‘shorta’ podría ser el equivalente a ‘pasma’ quizá) es como una montaña rusa. Empieza tranquila, va ascendiendo y poco a poco nos va desquiciando a través de interesantes escenas y con alguna secuencia de acción bastante bien rodada. La atmósfera opresiva, desasosegante e insegura que transmite la cinta, es uno de sus principales valores. Una atmósfera que nos hace desconfiar de todos, a pesar de alguna luz dentro de la oscuridad del gueto.
También hay hueco para la esperanza. La película también nos muestra el lado bueno de este tipo de comunidad, su relación con las autoridades, esa especie de comunidades en donde se trata de rescatar a jóvenes de grupo violentos haciéndoles ver que pueden ser útiles para el ‘Gran Hermano’ (la policía) … detalles que conforman un retrato peligroso, caótico pero al mismo tiempo esperanzador.
Como vehículo para la historia, los directores se plantean el ponerse del lado más fácil, para ello se hacen valer de dos personajes tan intensos como frágiles, como son la pareja protagonista. Obligados casi a entenderse, se complementan mientras uno opta por el diálogo y la calma, y su compañero es más de actuar y ser un ‘tipo duro’. El viaje hasta el final de la película (de casi dos horas excesivas) desvela que hay que tener la cabeza bien amueblada para enfrentarse día a día a estas situaciones si uno no quiere volverse loco o pasarse ‘al lado oscuro’.
Shorta. El peso de la ley es una película narrada con tono muy realista, dura en algunos momentos (la violencia está muy bien hecha) y lenta en otros tantos. No es una cinta de acción, pero tampoco lo pretende aunque utilice la acción para avanzar la trama.
Película recomendable que desde luego nada tiene que envidiar a títulos como ’71 (Yann Demange, 2014), Sin tregua (End of Watch) (David Ayer, 2012) o incluso esa ‘americanada sobrepatriótica’ como Black Hawk derribado (Ridley Scott, 2001), todas ellas con ciertas similitudes con respecto a este título.