Los hermanos gemelos Matt y Ross Duffer, rinden homenaje a toda la cultura pop de los ochenta con Stranger Things, serie que empieza a emitirse en el 2016, en la plataforma Netflix, suponiendo uno de los platos fuertes del servicio de ‘streaming’. A pesar de la enorme imaginación que destila la serie, encontramos varias inspiraciones en campos como los videojuegos, el cine o la literatura fantástica.
La serie arranca con la desaparición de Will Byers, en la pequeña localidad de Hawkins. En las inmediaciones del pueblo, hay un laboratorio secreto del Gobierno, del que nadie sabe nada. Al mismo tiempo, una niña aparece misteriosamente por el bosque del pueblo, apenas habla, pero tiene un secreto increíble. Un grupo de niños se harán amigo de la chica e intentarán encontrar a su amigo desaparecido.
Cabe destacar que en esta primera temporada de Stranger Things, compuesta por ocho episodios, confluyen tres géneros que, de alguna forma, suponen un gancho para prácticamente cualquier público.
Por un lado, la aventura, y es que la serie sobre todo contiene muchos elementos de este género tan de moda en los ochenta (desde los créditos hasta la imagen gráfica utilizada para su promoción). Grupos de chavales en bicicleta, por misteriosos bosques cercanos a sus casas… Es fácil relacionar la serie con películas tan emblemáticas como Los Goonies (Richard Donner, 1985) o E.T. El extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), donde el espíritu de aventura se mezclaba con lo extraño, lo desconocido, y daba lugar a escenas en las que era muy fácil empatizar con los personajes. Aquí sucede un poco lo mismo, a pesar de lo estereotipado de ciertos personajes, la serie no se esconde en este aspecto y apuesta por mostrarlos tal y como nos gustaría que fueran.
Otro de los pilares sobre los que gira Stranger Things, más concretamente esta primera temporada, es sobre el suspense. No hay duda de que lo desconocido atrae, llama la atención. Aquí hay numerosas escenas en las que este elemento sin duda es quien marca el ritmo. Una de las cosas buenas que tiene la serie es que en cada episodio se nos da una pista, una idea… no hay mucho relleno en la serie y eso es de agradecer. Todos los episodios cuentan algo nuevo. Algún elemento de la cinta de Tobe Hooper Poltergeist (1982) podría haber servido de inspiración a los creadores.
Y como tercer elemento, podría hablar del terror. Sin llegar a ser un terror excesivamente duro (sino todo lo contrario, más bien), Stranger Things apuesta por ello a la hora de marcar puntos de inflexión durante la historia. Es en esta parte donde quizá se palpan más las inpiraciones. Podríamos decir que el universo de los videojuegos Silent Hill podría haber servido a los hermanos Duffer como fuente de ideas para elaborar esa especie de ‘otra dimensión’ (lo que llaman el “upside-down world”). Nos topamos con un interesante diseño de criatura (parece sacada de una película de Guillermo del Toro) y con una serie muy interesante a nivel sonoro.
Esta primera temporada de Stranger Things ofrece un soplo de aire fresco al panorama de series, con una combinación bastante equilibrada de terror, aventuras y suspense, mezclado con ciencia ficción, y unos toques ‘lovecraftianos’. Puede sonar todo muy pretencioso, pero nada que ver. Una serie que bebe mucho de la cultura y el ambiente social de los años ochenta, con personajes realmente carismáticos, con los que resulta bastante fácil empatizar. Toca elementos como el amor, la familia o la amistad, elementos clásicos que en posteriores temporadas se potenciarán de distintas formas.
Sobre el reparto, quizá destacaríamos a David Harbour, en el rol del clásico policía del pueblo, en un papel bastante interesante que el intérprete soluciona aportando al personaje presencia y solidez. La presencia de Winona Ryder (que tampoco está nada mal) o Matthew Modine, le dan el toque ‘hollywoodiense’ a la serie.