Super 8 demuestra que J. J. Abrams y Steven Spielberg pueden hacer grandes cosas juntos. Una más que entretenida película de aventuras con tintes de ciencia ficción; un espectáculo que a más de uno hará recordar aquellas tardes sentadas frente a la televisión o en una sesión de cine.
Todos sabemos el resultado de la combinación entre niños y Spielberg, sino, ahí están varios ejemplos. Y es que tras J. J. Abrams planea la sombra del director, en este caso tras la producción de uno de los títulos más esperados del verano (y quizá del año), no en vano, su campaña de publicidad ya nos achuchaba desde el pasado 2010. Quizá Super 8 no habría sido la misma sin el director de Tiburón (Steven Spielberg, 1976), de eso no hay duda.
Super 8 vuelve a reencontrar tanto a su director como a su productor con la audiencia. El tándem formado por Spielberg y Abrams conforman una fórmula que se ha traducido en un espléndido combinado con sabor a éxito. Y es que estamos ante una cinta bastante económica (50 millones de presupuesto) en donde ya se ha pasado la barrera de los cien millones de recaudación (sólo en los Estados Unidos).
Pero Super 8 no son sólo cifras. La película recupera el espíritu y ambientes de una época, antigua para muchos, en donde una simple maqueta de tren servía para entretenernos durante horas; en donde todo lo malo era por culpa de los rusos y en donde mirar a una chica suponía un enorme desafío. Es precisamente ese espíritu tan sencillo y honesto, el que la convierte en un producto de fácil visionado y sobre todo de un fácil enganche. El realizador se ha servido de multitud de elementos de la cultura de hace unos años para construir los personajes. Elementos tanto relacionados con el propio cine como con la sociedad norteamericana de principios de los ochenta.
Pero Abrams también es un buen artesano y no se conforma únicamente con que todo luzca bien y que la historia enganche. Se ha tomado la molestia de presentarnos unos personajes con los que se simpatiza al momento (ese grupo de amigos del protagonista) y que además tienen un trasfondo poco habitual para una cinta de estas características. Super 8 es, al menos, un golpe de aire fresco y un revés para producciones que intentan impresionarnos con recargados efectos. Aquí además hay historia, hay trama, hay personajes… hay cine.
A pesar de no tener estrellas, la película funciona muy bien a todos los niveles interpretativos. Ambos se la han jugado y la mano les ha salido favorable. Y es que además, su director partía con cierta ventaja. El carisma de Spielberg queda patente no sólo en los diversos (y numerosos) homenajes que le profesa durante la cinta, sino en un estilo tan similar que casi podría haberla dirigido el “tito Steven”.
Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1978), Los Goonies (Richard Donner, 1985), La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005) y sí, no puede faltar, E.T. El Extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) son ejemplos de títulos que le han servido a Abrams para dar algunas pinceladas a su obra. Los ha tomado y los ha batido con todo el cariño y respeto en una película que llega y que además gusta en muchos aspectos. Lástima que el director del «reboot» de Star Trek (2009) no tenga el carisma de Spielberg, por que en algunos momentos Super 8 se queda fría y es necesario azuzarla con alguna escena espectacular para que vuelva a entrar en calor, ahí es donde entra en juego J. J.
Se agradece, y mucho, una película de este tipo, teniendo en cuenta el flojísimo panorama que nos ha brindado este verano, que tiene los días contados, en donde todo han sido adaptaciones, superhéroes, secuelas y poca cosa más. Super 8, aún con todo lo que lleva, quizá sea el mejor título estrenado en el verano. Es más, quizá sea una de las mejores cintas que recuerde (y de este tipo) desde que dejé el cine tras ver Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993).
Amen de que su historia sea, a primera vista, un tanto sobada, eso no le quita mérito para hacerla un pequeño hueco en nuestras apretadas y veraniegas agendas. Sin que nadie se espere la superproducción del año, hay que ser conscientes de qué se va a ver, de que no nos van a sorprender en exceso, es una película muy disfrutable desde un punto de vista, quizá, algo infantil y nostálgico. Super 8 es cine de reencuentros, es una cinta casi necesaria hoy en día, donde la complejidad y el exceso parecen ser los únicos ingredientes indispensables para hacer taquilla.