En una época en la que Hollywood parece haberse quedado sin ideas, ha decidido tirar a lo seguro. No hay, ni siquiera, saga de hace tiempo que se libre de una revisitación. Ha pasado con RoboCop (José Padilha, 2014), con Jurassic World (Colin Trevorrow, 2015) y pasará con otros títulos que hicieron historia hace más de veinte años, con Cazafantasmas, sin ir más lejos. A pesar de la nostalgia, el éxito no está asegurado, sí en cambio un estreno con todo lo que ello conlleva.
Con los derechos en manos de otros nombres (hasta 2019 no volverán a James Cameron), se inicia así una nueva trilogía sobre el cyborg más conocido del cine y que, de momento, sigue manteniendo el rostro y la forma de Arnold Schwarzenegger (se comenta que su hijo Patrick podría tomar el relevo en una siguiente película). Aquí, algo más “tranquilo” que de costumbre y dando una imagen de Terminator menos violenta de lo habitual, aunque tiene sus escenas de acción y el “armario” austríaco logra salir airoso de ellas, siempre apoyado por unos efectos digitales muy poco disimulados.
La dirección de Alan Taylor (Thor: El mundo oscuro, 2013) pone una vez más en evidencia que, no todos tienen mano diestra para llevar a cabo esta hazaña. Ya vimos que ni siquiera Jonathan Mostow, con más cine a sus espaldas que Taylor, tampoco pudo hacer mucho más con Terminator 3: La rebelión de las máquinas (2003), con la que ésta Terminator Génesis guarda más parecido como producto cinematográfico.
El principal problema de la tercera película y de ésta que nos ocupa, es sin duda su guión, lleno de saltos, con escenas que si bien están encabalgadas entre sí, resultan poco interesantes a día de hoy. Ni siquiera los textos de Kalogridis y Lussier salvan a la cinta de un guión más que flojo y que, gracias a la revisitación de algunas escenas de títulos anteriores de la saga, consigue al menos, sacar a la superficie recuerdos que nos harán disfrutar de parte de su metraje.
Pero no nos dejemos impresionar, Terminator Génesis, no está a la altura de una gran cinta de Terminator, como lo estuvo Terminator 2: El juicio final (James Cameron, 1991). Y es que es difícil superar aquel listón. Sólo con un nivel técnico de sobresaliente y con un guión en donde la trama avance notablemente, se podría haber conseguido que Terminator Génesis estuviera la tercera en la saga. Tampoco las adulaciones de Cameron podrán quitarnos de la cabeza su calidad como producto comercial simple que resulta.
Básicamente si a Terminator Génesis le ponemos otro título, la cosa habría conseguido lo mismo. Quizá el único aliciente que tenemos para verla, sea la presencia de Schwarzenegger, la de Emilia Clarke (en su primer papel dentro de un “blockbuster”) y poco más, puesto que el desarrollo o la conexión con los otros títulos de la saga, se viene bastante endeble.